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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He ...

20 años no es nada ¿seguro?

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L a letra de uno de los tangos más famosos de Carlos Gardel ( sin buscar en San Google, ¿Alguien sabría decirme algún otro cantante de tangos? No me vale Calamaro, éste los destroza, ni Malevaje que son más de uno ), dice, después de que sentiiiiiir que es un soplo la vida, que 20 años no es nada.  Para algunos los tangos son como las frases de Paulo Coelho ( más sinvergüenza que Calatrava, el de los puentes ), ejemplos a seguir, trozos de vida. ¡Pues no!   Aquí Gardel no tiene razón.   20 años es mucho, y la diferencia entre los 20 y los 40 es una burrada, excepto para Demi Moore, que le gustan los yogures recién hechos (no como al Ministro que se los come caducados).  Ya sabéis que me gusta generalizar. No es bueno, pero me gusta, aunque sólo sea en el blog. Ya en la vida real no lo hago, pero como el blog es mio… Y es que es mucho más divertido jugar con los estereotipos.   Hay jóvenes de 40 años y viejos de 20. También hay tíos de 20 con más sentido c...

Pepe, ¿Qué tal por Alemania?

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No sé si habéis visto la obra cumbre de la cinematografía española ¡Vente a Alemania, Pepe! Quizá me he pasado un poco con lo de cumbre, pero al menos sí que es famosilla, y en España, el título de tan excelsa película, se ha convertido en un dicho popular.  Todo esto viene a cuento, porque acabo de pasar un fin de semana en tierras teutonas (no voy a caer en el chiste fácil y relacionarlo con ninguna parte de la anatomía femenina de las bávaras), y me dispongo a hacer un estudio pormenorizado del país y sus habitantes. ¿Qué dos días son pocos para hacer un informe? Hay gente que no sabe de lo que habla, hace un estudio sociológico, y además te lo cobra.   Esto al menos es gratis. La idea que se tiene de los alemanes es la de unos señores y señoras muy altos y muy rubios que beben cerveza, que no juegan bien al fútbol pero que ganan muchos partidos. Que hablan como si estuvieran enfadados y tienen una palabras tan largas que las puntuaciones del Scrabble o el Apal...

El Efecto Ladilla

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Cuando empecé con el blog mi idea principal era divertirme escribiendo, y si era posible, sacaros alguna sonrisa.  De momento, primera parte cumplida, me lo paso como un enano, y si además os reís, pues miel sobre hojuelas (toma topicazo y además ¿Qué coño son las hojuelas?), Como todo no va ser buen rollito, y además tampoco quiero que os dé un subidón de azúcar y me demandéis a las autoridades (cada vez menos competentes), hoy vamos a hablar sobre esas pequeñas cosas que nos cabrean sólo un poquito. Personalmente hay muy pocas cosas que me enfaden, pero a medida que te haces mayor cada vez hay más actitudes, situaciones o cosas que te tocan los huevos que pasamos a llamar El Efecto Ladilla.  A este ritmo ya me veo en el próximo “rimeik” del “Muppet Show” como uno de los dos personajes de la imagen (el pelo ya lo voy teniendo igual).   Como hay tantos efectos ladilla, como personas en el mundo mundial, vamos a hacer una pequeña selección y las dividiremos...