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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

La gente pudriente o qué habré hecho yo para merecerme a éste

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Antes de seguir escribiendo vamos a aclarar el título. No hay ninguna errata. No quiero meterme con la gente de posibles o pudiente. En el post de esta semana quiero hablaros de la gente “pudriente”. Otros le llaman tóxica, pero yo preferiría ni llamarlos, porque de todas maneras, van a venir igual. Seguro que hay mejores definiciones de este tipo de gente y los señores psicólogos, psiquiatras, psicópatas y Paulo Coelho (que sabe de todo y por el que siento aprecio… poco, pero aprecio) ya lo habrán explicado mejor. Yo los definiría como esa gente que está puesta ahí para hacerte la vida más difícil.  Si no fuera porque estamos en crisis, diríase que los pone el gobierno o el ayuntamiento o quién quiera que mande, para dar por saco. Mucho peor que un político. Con esto ya lo digo todo. Vamos con algunas características de estos señores y señoras (que de todo hay en la viña del señor) que te vas a encontrar, quieras o no. ¡Corre!