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Mostrando las entradas etiquetadas como madre

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Vivan las madres que nos parieron

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Ahora diréis que escribo sobre las madres para compensar que el otro día escribí sobre mi padre. Y eso sí que no, aunque tengo que reconocer que  estoy un poco gominolas últimamente (dícese del que se encuentra un poco blando, diríase de algodón, más tierno que el día de la madre). Escribo porque hemos sido siempre muy injustos con ellas. Ahora todo el mundo a comprar regalitos por el día de la madre. Que si un circuito de spa (que no es más que meterse en una piscina con chorritos de agua y unos masajitos. Y yo creía que era algo así como el circuito del Jarama para que se diera una vuelta en coche) o una taza con cualquier chorrada escrita, un marco de fotos, o una corbata (aquí, a lo mejor, me estoy liando). Y es que es necesario reivindicar el papel de la madre, con todo lo que han hecho por ti. Vamos allá.

Gente que va a las bodas. Capítulo I, las señoras

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Estamos otra vez en la temporada de bodas. Todo llega. En cuanto sale el sol, la gente venga a casarse. Que nos queremos un poco, nos casamos. Que no nos queremos, o nos queremos, pero de boda, nada de nada, pues ya me habéis jodido el post… Pero vamos con los que se casan, que también los hay. Os preguntaréis por qué sólo hablo de señoras. En la mayoría de las bodas también hay señores. Efectivamente, pero vamos por partes. Primero las damas. Que yo siempre he sido un caballero. El caso es que da igual dónde se celebre la boda. Siempre va gente muy parecida. Es lo mismo que sea en el Norte, en el Sur, en Inglaterra, Italia o en la China Popular... Bueno, en China, tengo que reconocer que la gente es mucho más parecida… Yo no distinguiría entre los diferentes tipos de señoras… y es muy probable que les confundiera con algún señor. Si hay algún chino leyendo (me refiero a que lea este post, que seguro que hay muchos chinos que lean. Por probabilidad básicament

Las máquinas cada vez más inteligentes… ¿Y nosotros?

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Los cacharros son cada vez más listos. Las neveras te avisan que hay que comprar leche, los coches ya no necesitan conductor, el navegador te dice cómo llegar más rápido a cualquier sitio, hay gafas inteligentes (no confundir con la gente que cree que es inteligente por llevar gafas). ¿Sabíais que Rajoy se teñía la barba de blanco para parecer más interesante? Yo tampoco. Hay aplicaciones para avisarte de corregir tu postura corporal (como llevar al lado a tu madre pero sin la colleja y el ¡Ponte derecho! ¡Coño ya!). Los teléfonos ya no sirven para hablar (sólo), la tele graba tu serie favorita… Pero y ¿nosotros?  ¿Somos más tontos por culpa de los cacharros? Algunos diréis que sí, otros que no. Como la parrala, pero en versión tecnológica. No tengo claro si somos más listos o más tontos. Yo os dejo algunos ejemplos y luego ya vosotros decidís. La fiesta de la democracia en versión blog lo llaman. Ya sé que la jornada de reflexión fue el domingo pasado y era para o