Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

En busca del tiempo perdido

Indiana Jones buscaba el arca perdida. La encontró, la perdió de nuevo, se la quitaron. ¡Menudo trajín! El tiempo que pierde en viajes, en pelearse con los malos, en recuperar el sombrero…

Al menos Indiana Jones ha hecho carrera perdiendo y buscando cosas, pero ¿Habéis contado el tiempo que perdemos? Ahora los móviles te dicen que has estado media hora intentando subir una foto a Instagram, 1 hora poniendo corazones y besos en diferentes grupos de “Guasap”, 15 minutos en Facebook felicitando cumpleaños a gente que hace años que no ves, y no volverás a escribir hasta el año siguiente, otra hora leyendo noticias que probablemente no sean verdad y otra hora con diferentes zascas, audios, contestaciones, teorías sobre Covid, volcanes, y cuándo llegará MBap, Bmpé… un jugador de fútbol que, en algún momento llegará. No sabemos dónde, pero que llegará seguro. Agotado con tanto trajín, también.

En la vida real no tenemos un contador que nos vaya diciendo que hemos estado 2 minutos esperando en un semáforo. O que has ganado exactamente 5 segundos al cambiarte de carril en el atasco de la A4. Tampoco sabrás nunca el tiempo que has tardado en insultar al conductor que se cruza en la rotonda, o el tiempo que ahorras al no coger el teléfono para contestar amablemente a las llamadas diarias para cambiar de compañía de teléfono o de gas, o de seguro….  O cojones ya… ¡No me llaméis más! No quiero más compañía. ¡Quiero estar solo! 

Lo que sí te puedo decir es que hay cosas en las que todos perdemos el tiempo. Lo queramos o no. Nos ha pasado a todos. A ti también. Y a ti. A ti a lo mejor todavía no, pero te pasará.

¿Le has dado al botón?

Dime que no soy yo sólo el que espera que llegue el ascensor sin que le haya dado al botón. O que se encienda la tele sin dar al on. Mira que ahora son lisas las teles, pero hay que mandarles que hagan cosas. Los microondas son también muy traicioneros y si no les das al botón, no funcionan. ¿Has probado alguna vez a que salga el café sin poner capsulas? ¿o café? ¿Agua? ¿Yo tenía cafetera?  

Es demasiado tarde, ya, ahora hay otro ocupando tu lugar

Interior día, o noche, da igual. Baño público. Llevas un buen rato esperando que se desocupe el baño. Has empujado la puerta. Nada. Está cerrada. Un minuto. No oyes nada. Vuelves a empujar. No se abre. Tocas la puerta. No hay respuesta. Te das media vuelta y entra alguien con más decisión… y posiblemente más fuerza y abre la puerta del baño. No había nadie. Da igual, ya no tienes ganas de ir al baño… o sí, pero ahora hay otro ocupando tu lugar.  

Apretando el dentrif, drentifi, la pasta de dientes

Esa pasta de dientes que lleva más tiempo contigo que tu pareja. Llegó en la primera mudanza y sigues apretando. Estoy hablando de la pasta, no de la pareja. Allá cada uno con sus relaciones. También te pasa con ese bote de gel, o de champú. Ya no puedes sacar más. Lo has llenado de agua veinte veces y sólo has conseguido espuma. Mucha espuma, para hacer dos fiestas seguidas, pero ya no da para más. Anda, pon en la lista de la compra la pasta de dientes, un bote de gel y otro de champú. Y cuando vayas a comprar, llévate la lista.

¿Atornillas o destornillas?

Nada, por más que aprieto el tornillo, no me hace caso. Los tornillos son los elementos de ferretería menos disciplinados que conozco. Cuando no se atornillan, se caen al suelo… O las dos cosas a la vez. Probablemente en segunda posición, estarían esos interruptores conmutados. No vas a acertar nunca a encender la luz. Ni apagarla. Ese momento discoteca que provocas con la luz de la mesilla de noche y la de la habitación.

La cola de impresión

No me voy a meter en tema de tamaños y colas, pero sí con las impresiones. Los tornillos son traicioneros, pero ¿Qué me decís de las impresoras? Saben que tienes prisa y no les gusta que les metan presión. Ellas van a su ritmo. Lo mismo te sacan 10 copias de un documento que no necesitas, que se quedan sin tinta. Pierden los papeles, le faltan colores, tu dispositivo no reconoce la impresora. ¿Cómo que no la reconoce? Si llevan juntos un montón de tiempo, uno al lado de otro. Odio eterno a las impresoras. 

Ponte las pilas

Pilas, cargadores, enchufes y todo lo que tenga que ver con la electricidad está hecho en contra la humanidad. Y si fuera gratis, todavía entendería la inquina que nos tienen los voltios y los kilovatios. Eso sin hablar de los adaptadores…. Enchufes británicos, americanos, de tres pitorros, clavijas anchas, estrechas… ¿Y las pilas? ¿Soy el único que compra tres Aes cuando son de dos? O son Ases? Al final compro pilas de todos los tamaños y colores y alguna entrará. Hay que probarlas todas.

En próximos capítulos te contaré algunas cosas en las que ahorramos tiempo, por ejemplo, al no usar los intermitentes, escribir K en vez de que y muchas más. No pestañees que te lo pierdes… O sí, que pestañear todavía es gratis y no hace falta ahorrar.

 

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