Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Vamos a hablar del tiempo

Con todas las cosas de las que hemos hablado (es un decir, porque aquí no hablo más que yo, que a veces pienso que sois muy tímidos), nunca habíamos dicho nada sobre el tiempo. Puede ser que no nos hayamos encontrado en ningún ascensor, que parece ser el foro más propicio para entablar una conversación sobre el tema.
Aparte de para tener conversaciones en el ascensor, saber qué tiempo va a hacer es vital para saber que ponerte cuando salgas al espacio exterior (asomarte a la ventana no es siempre la mejor opción, aunque luego te pueda servir para ver a la chica de ayer y componer una canción).
Otra utilidad muy útil, a la par que amena y divertida, es saber el tiempo que hace en sitios a los que no vas a ir nunca. Pero, aunque no vayas, es muy importante saber que a la Antártida no puedes ir sólo con unos pantalones cortos y con sandalias (aquí sí es preferible que sea con calcetines). Es posible ir, pero no es recomendable. Ni siquiera en verano a la hora de la siesta. Allí refresca. Y aunque veas a los pingüinos desnudos, porque no tienen ningún pudor y les da igual lo que se piense de ellos, en esa zona es importante llevarse un jersey gordo. O guarecerse en la entrepierna de un pingüino, o pingüina, que suelen tener los pies más fríos, pero también abrigan.
Ya hemos visto que hablar del tiempo, no tiene más que ventajas. Vamos a seguir con el tema por si quieres tener una conversación más larga que la del ascensor o te encuentras a un Jedi dando por saco abriendo y cerrando puertas.
Metoro, metereo, el hombre y la mujer del tiempo.
Como han cambiado ¿verdad? Antes era un señor sentado, que te podía hablar del frío que hacía en el tercio norte de la Península y de las isobaras sin moverse de la silla con un mapa en blanco y negro y un sol como el que pintan los niños de 4 años. Ahora tienen mapas chulis en los que se mueven las nubes, cambian las presiones, salen numeritos. Siempre hay algún hombre del tiempo que habla de lo que le sale de ahí mismos…  
La poca credibilidad de los del tiempo
Nos dicen que hay 40 centímetros de nieve en la montaña y ahí les tienes, en la montaña para que veamos la nieve. Que llueve mucho en otro sitio, pues para el otro sitio y el señor o señora del tiempo metido en un charco. Granizada (u horchata. Chiste patrocinado por Chufi) y el “tiempólogo” coge una de las bolas para que veamos el tamaño y los daños ocasionados. Yo me los creo, no necesito que les pongan a pasar penalidades para ver que hace frío en pleno invierno. Aunque no te puedes fiar de todo el mundo…
Mínimas, máximas, logaritmos…
Otra cosa en la que notamos los cambios es que antes eran mucho menos específicos. Lluvia en Galicia, calor en Andalucía, pichipichá (es posible que no sea un término científico, pero se entiende que no es ni frío ni calor) en Cuenca. Ahora te dicen la temperatura exacta en tu pueblo. Máxima de 25 grados y mínima de 13. Va a llover a las 5 y cuarto. Bebe mucha agua, ponte a cubierto, evita las horas de sol. Vamos, que te dan más consejos que una abuela… Eso sí, el cariño de una abuela, pues no te lo dan, ni la moneda de 100 pesetas, aunque llevemos 20 años con el euro.
45 minutos de telediario
Un telediario como tiene que ser dedica mucho tiempo al tiempo. Antes había media hora para hablar de la política, internacional, deportes, sociedad, y el tiempo. Y claro, no había mucho tiempo. Ahora tiene hasta sus propios canales. Despliegue de mapas, imágenes, pantallas táctiles, rayos, centellas, y toda clase de precipitaciones.
Fotos de nuestros telespectadores
Un telespectador, que todo hay que explicároslo es el que especta la tele. Aunque a veces haya poco que espectar o sea muy aburrido. Por eso no se dedican sólo a espectar, sino que también contribuyen a que la sección del tiempo sea más cuqui. Ahí tenemos la foto que ha enviado un señor en La Rioja, una instantánea (¿Puede haber un término más viejuno para decir foto?) de Las Palmas de Gran Canaria y nunca puede faltar un amanecer en la cuenca del Guadalquivir… ¿Quién nos iba a decir que las fotos mirando a Cuenca pueden ser bonitas?
Nubosidad variable
Siempre me ha fascinado saber que las nubes tienen nombres diferentes. Las que tienen forma de algodón como Platero y yo, o de coliflor, pero no huelen ni nada y se les llama cúmulos, también hay nimbos, estratos, cirros, luego ya se mezclan entre ellas, y hay cirrocúmulos, estratonimbos, stracciatella (aquí ya no estoy muy seguro si son nubes o una marca de helados). No os voy a dar el nombre de todas, porque hay muchas en el mundo y seguro que cada uno les da un nombre. Luego está la imaginación de cada cual.
Marejada, marejadilla, fuerte marejada
Cuando hablan de marejadilla siempre me imagino a una señora que ha bebido una copa de anisete en una boda y va un poco achispada… Achispado es aún más viejuno que instantánea. Pero resulta que son cosas que pasan en el mar, concretamente en el mar de Alborán (tampoco canta tan bien como para que le hayan puesto un mar… Ojo, que dentro de nada a Rosalía le dan un océano, o no. Depende de quién gobierne). El caso es que las personas humanas siempre hemos sentido una especial atracción por las olas. Y las olas por los humanos.  
Ya hemos hablado del tiempo demasiado. Podríamos empezar a hablar de política. ¿No?
Casi mejor que no, tengamos la fiesta en paz y vamos a dejar pasar un tiempo. 

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