Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Bye bye, bye, bye Ireland
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¿Otra vez contando cosas personales? Otra vez. Es lo que tiene un blog de una persona humana. Que a veces habla de cosas que le pasan. Otras, muchas, os he engañado (no os pongáis estupendos, que también lo hacen los políticos y encima hay que pagarles, yo lo hago gratis) y hablo de cosas que no han pasado, ni creo que pasen. Pues sí, otra vez contando cosas personales.
Como ya os había comentado en anteriores posts me cambio de país. Siempre me había hecho ilusión tener una cuenta en Suiza y a veces los sueños se cumplen. Mucho dinero no va a haber en la cuenta, pero no se puede tener todo.
Y antes de entrar, hay que dejar salir como dicen los carteles del metro (lo de los “ñuses” no lo dicen en el metro. Todavía) y no quería marchar sin despedirme de Irlanda. No soy muy amigo de las despedidas, pero os voy a contar algunas cosas que voy a echar de menos de este país.
Bye bye bye bye bye, see you now, ok,
Mira que les gusta el cine americano. Y esas conversaciones por teléfono en las que ni se despiden ni nada. Te llaman a las 4 de la mañana y quedan contigo en 10 minutos en la 45 con la 39. A mí me llaman a esa hora… en realidad a cualquier hora y les pido que lo repitan unas 5 veces para asegurarme de dónde voy. ¿Podrías repetir por favor? ¿A las 35 en la cuarta? Y ni se despiden ni nada. Bueno, pues los irlandeses sí que se despiden. Son muy amigos de despedirse.
Patatas fritas con puré
¡Qué les gustan las patatas! Y te pueden hacer un puré de patatas con patatas fritas y de segundo otra vez lo mismo. Y de postre sándwich de patatas fritas. ¡Palabrita del niño Jesús!
Comida
No os voy a engañar diciendo que voy a echar de menos la comida. Y no es porque no esté buena, pero es que hay poco donde elegir. Hay ejemplos extremos… Os prometo que este es todo el menú. Y ya.
Bebida
Ahí sí que hay variedad. No sólo de Guinness vive Irlanda. Entrar a cualquier pub y poder elegir entre gran cantidad de bebidas. Venga grifos de cerveza… Que en España, en algunos sitios tienen una sola marca. Con y Sin. Y en otros te dicen que es cerveza y resulta que te ponen Cruzcampo.
Much y jump
Algo que llama la atención cuando escuchas hablar a algunos irlandeses (esto pasa también en zonas de Gran Bretaña) es la dificultad que tienen para pronunciar bien las palabras en inglés. Se supone que deberían hablar bien su idioma. Pues no. Aquí tenéis una prueba del acento.
Cruzar los semáforos
Donde los hay. Porque no en todas partes hay semáforos. Y no es una crítica. Hay muchos sitios del mundo en los que no hay semáforos y no pasa nada. En Dublín donde sí que pasa es en los sitios en los que hay semáforos. Por que no sabes para qué sirven. Los coches, más o menos, lo respetan. Los bicicleteros, casi nunca. Y los peatones no saben qué hacer. Empezando por que aún no me he acostumbrado a saber por dónde vienen los coches (me refiero a si por la izquierda o la derecha). Miro a todas partes, norte, sur, este, o éste otro. Y por arriba, no vaya a ser… y además ahora los hacen tan silenciosos… El caso es que lo lógico es que si no pasan coches por un cruce, pasen personas. En Dublín no pasa nadie. Está rojo para las personas humanas, para los coches, motos, ciclistas y todo tipo de animales (no estoy llamando animales a los ciclistas… ni siquiera a los que se saltan los semáforos).
Esquivar gaviotas y palomas en los parques
Hablando de animales. La ventana de nuestro salón da a un campo de golf y muchas veces podemos oír los pajarillos, ver a los zorros salir por la noche. También puedes ver focas (esto ya en el mar, no en el campo de golf…) y a las putas gaviotas cagarse en el cristal. Eso no lo voy a echar de menos, aunque nunca estás libre de que alguien se cague en tus cosas. ¿A que no sabías que también bailan?
4 seasons in one day
4 estaciones. Como las pizzas. Frío, calor, lluvia, a la vez… Lo que sí he aprendido es a disfrutar del sol. Si hay sol sal. Sal si hay sol. Es lo más importante. Que igual no lo puedo aplicar en Sevilla a las 4 de la tarde en agosto, pero esa es otra historia.
Sorry about…
Los irlandeses suelen pedir perdón por casi todo. A veces ni siquiera es culpa suya, pero da igual. Debe ser cosa de la tradición católica. Está lloviendo, te piden perdón. Hace demasiado sol… bueno, eso casi nunca pasa. Si hasta ponen paraguas en la calle para que no te mojes.
Son muy buena gente
Esto sí que lo voy a echar de menos. Puede que no hables perfectamente inglés, pero harán por entenderte. Y te contarán que han estado en “Fungurola” o “Benalmadina” y en Barcelona. Pocos han ido a Madrid… pero se lo perdonaremos. Lo de la ropa y los colores todavía no lo tienen muy trabajado.
Por supuesto que también voy a echar de menos a mucha gente, pero estos no leen el blog. Y no les guardo rencor, es que no han aprendido español. Tanto tiempo conmigo y nada, sólo unas palabras. “Hola” y “Dos cervezas”.
Ahora soy yo el que va a tener que aprender alemán… Y no, no me vale la canción, este señor, que habla tan raro. La versión belga de Leonardo Dantés… que podría llamarse perfectamente Van Dan Dovergüenza.
Ya os iré contando, pero mejor después de las vacaciones, que antes hay que ir para España y tomar el sol. Y volveré a echar de menos, la temperatura de Dublín en agosto.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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