Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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¿Y si seguimos votando?
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Ahora que parece que le hemos cogido el tranquillo a votar, las elecciones generales, las autonómicas, para alcalde, las europeas, Eurovisión. ¿Ya no hay más?
Los que vivimos en el extranjero de afuera incluso tenemos que rogar el voto. No es que nos tengamos que poner de rodillas, pero casi. Aunque siempre hay gente que lo pasa peor. No le votan ni en su casa.
Estar cuatro años sin votar es demasiado. A Florentino le da tiempo a probar a todos los entrenadores de Europa y a Ramos a pedir otros 3 o 4 aumentos de ficha. Para que no creáis que es sólo hablar mal del Real Madrid, al Atleti le da tiempo a no ganar 4 Champions League. Messi, mientras tanto, perderá otro mundial, pero crecerá. Aunque sea una bota, un balón o algo de oro. Va a llegar un momento que se parezca a Rosalía con tanta joya.
El caso es que hay que votar algo. Yo propongo algunas ideas y luego ya vamos viendo cómo lo hacemos.
Paella y tortilla
Yo creo que deberíamos cerrar de una vez por todas este sindiós y unir el país en torno a la paella y la tortilla. ¿Paella con cebolla o sin cebolla? ¿Cuál es el mejor arroz para hacer una tortilla española? ¿Cuántos años de cárcel a los que ponen chorizo a la paella? Definición de arroz con cosas… Con esto ya estaríamos entretenidos durante varias campañas electorales. Ya veríamos si hay jurado popular también.
Playa o montaña
En todos los países modernos, la población tiene derecho de elegir dónde pasa sus vacaciones. Que uno de Albacete, que bastante tiene con lo suyo, tenga las mismas opciones de ir a la playa que alguien de Málaga, por ejemplo. Pues votemos para que las playas puedan cambiarse de sitio. O que por ejemplo el Teide no nos pille tan retirao, que tienes que coger un avión y un teleférico para llegar hasta arriba. ¿No somos todos iguales ante la ley? Pues eso.
Yo cambiaría el final de los Serrano
En el mundo mundial la gente quiere cambiar el final de una serie. En España, que para eso estamos a la cabeza de I+D+i (inteligencia+decisión+imaginación) no sólo cambiaríamos el final de Juego de Tronos. También cambiaríamos el principio de otras series, y a los actores, y al director. ¡Ya verás que risa para ponernos de acuerdo! Se va a liar la de San Quintín, Tarantino.
El himno
Yo le ponía letra al himno. No podemos seguir con el lolololo. Que vas por ahí y escuchas la Marsellesa (qué bonito nombre para una empresa de jabón), o el himno de Estados Unidos, todo en inglés porque allí siempre fueron muy avanzados. Y lo votamos entre todos. Los jóvenes y jóvenas también. ¿Que nos sale un reguetón? Pues bueno, pues “yatusabe” al año siguiente lo cambiamos y votamos un rap… ¿No estaría bien ver al Rey cantando un rap todas las nochebuenas? Mucho mejor que el discurso de ahora.
Hablando del rey…
Ahora que se ha dejado barba, yo votaría para que se vistiera como los reyes de la baraja del señor Heraclio Fournier. Los de la Baraja Adolfo Suárez. ¿Qué es eso de que cada rey vaya como quiera? Mira la reina de Ingláterra, con vestidos de todos los colores. Nada, vestido de reina como tiene que ser. Que ya no se sabe quién es rey, ni nada. Que sí, que hace calor en la Zarzuela para llevar esos mantos, pero que allí tienen aire acondicionado. Los reyes de antes no tenían aire y no se quejaban ni nada. Ahí les tenías reinando y con el mazo dando.
España ¿Capital?
Lo de todo en Suiza ya está dicho. Me refiero a la capital del Estado. ¿Cuánto tiempo lleva Madrid siendo la capital? Pues a cambiarlo ya. No tiene derecho Socuéllamos, por ejemplo. Y que los socuellos, soculla… los señores de Socuellamos puedan visitar al rey y tener los ministerios cerca… Por que eso sí, el rey se tendría que ir a vivir a la capital, y el señor Presidente y los Ministros, y los jefes de la oposición, aunque se opongan… y se hará por orden. Como los presidentes de la comunidad, que primero va el del Bajo A y luego el del Bajo B… Por orden alfabético sería. Zumaia por ejemplo va a tener que esperar unos añitos. ¿Por cierto, Zumaia no es la que ganó Operación Triunfo?
Lo que de verdad importa
Si con las votaciones de antes no estábamos suficientemente entretenidos, ahora viene la parte importante. La Liga. ¿Sabías que solo 9 equipos han ganado el título? Y eso que tiene más años que la humedad. ¿Por qué no puede ganarlo el Socuéllamos F. C? O pongo otro ejemplo que parece que tengo fijación con la localidad manchega. El Gordo, que está en Extremadura. Y así de paso rompemos con la injusticia de que los que tengan sobrepeso ganen la liga…
Pensándolo bien lo de que se vote para ver quién gana la liga, es probable que no salga bien, seguirían ganando los mismos… O con tanta votación el rey es un señor de Socuéllamos o el himno es un grano de arroz, uoh, oh, oh.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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