Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Cualquier tiempo pasado…
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Se suele decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. El pretérito perfecto, que llaman. Si ya te ha ido de puta madre, es el pretérito pluscuamperfecto.
Otros dicen que lo mejor está siempre por llegar, como el “mineralismo”. Que te lo explique el señor perjudicao, que lo cuenta muy bien.
En el post de hoy os voy a dar algunas razones por que los señores antiguos, los de las cavernas (no confundir con Federico Jiménez Losantos y algunos de sus colegas), vivían mejor que nosotros.
¿Un cafetito?
Empezamos bien. Te levantas y no hay café. ¿Pero tu sabes lo que sube la tensión? Y que todavía no había llegado George Clooney a explicarnos lo de las cápsulas. Estos señores no se despertaban con el dilema de que se les quemen las tostadas, si tomar Cola Cao o Nesquick o si el café era late macchiato Adolfo Suárez Madrid Barajas. Nada, ni aguacate, ni zumo de naranja. No perdían el tiempo en chorradas. Leche del primer bicho que encuentres (por eso se extinguieron los dinosaurios) y nada de mojar galletas. Asi tenían el tipín que tenían. ¿O tu has visto a un cavernícola obeso?
No sabían lo que era un lunes
No es que no se hubieran inventado los lunes, es que ellos no sabían en que día vivían. Como cuando estás de vacaciones o te jubilas. Que te da igual lunes que jueves. Pues lo mismo. Y nada de fichar en la oficina. A tu libre albedrío.
No había paro
Tampoco había políticos para discutir los datos del paro. Si te quedabas parado se te comía un tigre de dientes de sable o un león (también con dientes pero de otra forma). Pero trabajo había. Que si ahora decoro la cueva con una mano, o pinto un bisonte (mucha imaginación no tenían. Ni un triste bodegón o una flor), ahora a cazar, recoger frutos del bosque (que ahora la gente los echa en el yogur) y por la noche a dormir. Castigado, sin ver la tele ni leer un libro.
Ni la O con un canuto
Ni letras del banco había, ni de las otras. Es que ni una letra sabían hacer. Y mira que es fácil la I mayúscula. La minúscula tiene un poco más de complicación, pero tiene su puntito (tenía que hacer la broma). Nada, ni la O, con canuto y sin canuto (carezco de información para determinar si ya había canutos en esa época). Tampoco sabían hacer la U, y ya hay que ser borrico.
Lo que se ahorraban sin ir al Mercadona
No tenían muchos gastos los señores cavernarios o cavernívoros. Y no había monedas, ni billetes, ni nada. Tampoco sabían escribir y eso dificultaba mucho hacer la lista de la compra. No creo que hubiera habido mucha variedad. Para beber agua, o leche “natada”. Y nada de refrigerados, ni sección vegana. ¡A comer puerros al campo!
Ni concertados ni sin concertar
Los niños no estaban ni poco ni muy educados. Nada. Hablaban con la boca llena (tampoco es que se les entendiera demasiado) y no utilizaban correctamente los cubiertos. Los números no se habían inventado todavía, ni los romanos ni los otros y no había tablas de multiplicar. Ni las Tablas de Daimiel.
Ni fronteras ni fronteros
Que vosotros diréis que sí se zurraban por el territorio, pero no estaban todo el día que si me salgo de la Unión Europea, que ahora quiero ser independiente, que si me peleo con los del Norte, o con los del Sur. No tenían muy claro si vivían en Castilla-La Mancha, en Castilla-León, si esto pertenece a México o a Estados Unidos. Como antes todo era campo estaba más difícil saber de quién era cada cosa.
Políticos
Vamos a peor. Cada vez hay más políticos. Por todas partes. Y todos te piden el voto. Que no hay votos para tantos partidos políticos. Y esta gente lo sabía. Y nada de promesas electorales de se acabará el paro, o no voy a subir los impuestos. No se andaban por las ramas. Que el jefe lo hacía mal, le echaban a la cueva y que se lo comieran los tigres, o los leones (los que quisieran ser los campeones) o un velociraptor.
Sin malas noticias
Otra de las ventajas. No había malas noticias. Tampoco las había buenas. Y si las había no salían en la tele o en la radio. Que puede parecer un atraso, pero viendo lo que tenemos en la tele… Una señora que canta ya no canta y ahora la vemos en una isla regañando con otras que tampoco cantan. O señores mayores como si estuvieran en el cole diciendo que mi equipo es mejor que el tuyo y ñiñiñiñiñi y así se tiran dos horas… Que si no les viera nadie o lo hicieran en un bar, bueno, pero es que hay gente que los ve en la tele. ¿A que dan vergüencita? Pues a ellos no.
Melodías poco melodiosas
De nuevo algo que parece una desventaja se convierte en un punto a favor de la prehistoria. Que no había guitarristas, ni señores que tocaran el clavicordio (sea lo que sea un clavicordio), y es muy posible que sólo estuvieran los tatarabuelos de los abuelos de Mayumaná. Pero no pensáis que tampoco estaban los de la tuna, ni gente que cantara “reguetón”, o el marido de Alaska… o quizá sí… que tampoco canta y anda bien de pelazo.
No le daban likes a nadie
Estos señores no eran mucho de redes sociales ni dar likes a las fotos de los demás. Ni siquiera aunque publicaran un plato de brontosaurio o tortilla de patatas cromañonas (con cebolla, por supuesto). Ni ponían en su Facebook fotos de sus retoños (algo comprensible teniendo en cuenta que no eran muy instagrameables los “neandertalillos”). Lo de no poder enviarse un “guasap” para salir de caza o avisar que te va a comer un tigre…
Yo me voy a ir yendo también, no vaya a ser que nos pille el tigre, o el toro. Aunque sea mecánico.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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