Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Las cosas de la edad
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Hace unos años un grupo llamado Modestia Aparte, también conocido como “molestia, aparta”, “cantaba” una canción llamada Cosas de la Edad. Digo “cantaba” y en
el vídeo vais a entender por qué. No os perdáis la actitud del público y la voz
melodiosa del “cantante”.
El caso es que las “personas humanas”
nunca estamos contentos con lo que tenemos. Y entre las cosas que tenemos está
lo de la edad y sus cosas. Si tenemos mucha edad queremos tener menos. Cuando
tenemos pocos años, queremos tener más. Llega un momento en el que no queremos
cumplir más, que incluso nos quitamos años. Un lío, ¿no?
A ver si os explico bien lo de las edades del hombre, la mujer, la
temporada otoño-invierno… Vamos allá.
Tres meses, dos semanas, un día
y un desayuno
En el principio no hay años. La edad se cuenta en días, luego pasamos a
semanas, meses… Que parecen condenas de la cárcel. Hay tiernos infantes que
tienen 124 semanas y como no seas experto en matemáticas, no sabes si sigue en
la cuna o está a punto de casarse. Padres y madres, ¡Esto hay que unificarlo de
una vez! Nada de 3 meses o 12 semanas, el niño tiene 1 cuarto de año (aunque
esté sin alicatar ni nada).
¡Ya anda!
Otra medida de edad que puede llevar al equívoco. Hay bebés que comienzan a
andar con 9 meses (o 3 cuartos de año) y otros que con un año que nada. Que dicen
que para qué se van a mover si le traen la comida y le llevan a la cama. Otros
con 30 años tampoco es que hagan muchos esfuerzos. Andan, poco, muy poco. Se
mueven lo justo para alcanzar el mando a distancia… si no está a demasiada
distancia.
¡Que soy mayor!
Ya andas, sabes manejar la cuchara para llevarte el yogur a la boca sin
tirar la mitad, tienes un vocabulario de al menos 10 palabras. Si eso no es ser
mayor, yo ya no sé lo que puede ser. Y lo que quieres hacer todo tú solo. No
hay límites. Eres la versión mini de Mr. Wonderful. Puedes ser todo lo que te
propongas en la vida. Eres muy “raaaande”, yo diría que incluso “gilante” y el
más fuerte del mundo y de la galaxia.
No llores que ya eres mayor
Cuando eres pequeño de las cosas que más escuchas es esto. No llores que ya
eres mayor. ¡Los cojones! Como no voy a llorar si me he caído. O me estás dando
un puré de verduras cuando a mí lo me gusta son los espaguetis con tomate, o
pizza (sin espaguetis, o también, ¡Qué coño!). Y no me dejan estar todo el día
jugando. Que es esto de recoger los juguetes. Que cuando decía que era mayor,
no sabía lo que decía. ¡Que sólo tengo 3 años!
El cole
Ahí es cuando te das cuenta de que no eras tan grande, ni el más fuerte de
la galaxia sideral y las estrellas que están al lado. Los hay más rápidos, más
fuertes, más listos, algunos que ya saben leer, o que juegan mejor que tú al fútbol.
Eso sí, tu papá es el más fuerte del mundo, o tiene una pistola… En el caso de
niños americanos su papá es posible que tenga más de una, y un lanzagranadas, y
dos metralletas. Todo por proteger a su familia.
No me quites años
Parece el comienzo de una canción francesa, no me quites pás 😉 A lo que vamos, que me lío. Según en qué sitio, los
niños no tienen que pagar. Por ejemplo en transporte público, o en hoteles. A
veces pagan algo menos, como en parques de atracciones, el zoo… Un supositorio
(también conocido como suposición), pongamos que la tarifa para no pagar en el
metro fuera 6 años. Ahí se alarga la infancia de gran cantidad de jovenzuelos. Pero mamá, que yo ya tengo 8. Callaniñoqueparecestontotiraparaalantequetevasaenterar
(los padres y madres cuando se enfadan hablan así, todo junto, y entre dientes).
¿Y si me pongo un par de años
más?
Esto es un sinvivir. Ahora más años, no muchos más, sólo un par. Los suficientes
para poder subir en ascensor yo solo, o poder entrar en una discoteca, o comprar
una cerveza, echar un cigarrito. Total, sólo tengo que cambiar la voz, pintarme
la sombra de un bigote (no lo recomiendo a las chicas, que luego queda mal con
el maquillaje), falsificar el carnet de identidad… Pero había que intentarlo.
Más años que una banda de loros
Ya puedes comprar cerveza solito, entrar en los garitos sin que te pidan la
documentación, y otra vez a vueltas con la edad. Da igual que tengas 25, 30,
que habrá algún momento en el que digas que ya tienes una edad. Y los que de
verdad tienen una edad, o dos edades, te miran con esa cara de odio que mira la
gente que tiene una edad a los jovenzuelos que se quejan de su edad. Es cuando
te da por recordar que cualquier tiempo pasado era mejor. Cuando eras feliz y
no tenías preocupaciones… Literalmente, antes de ayer.
Yo a tu edad
Los que tienen una edad, son muy propensos a decirte las cosas que ellos
hacían a tu edad (da igual la que tengas). Trabajar de sol a sol, pasar hambre,
tener que recorrer 200 kilómetros para ir a la escuela. Algunos quizá exageran
un poco y se echan más años. Con 40 años no puedes haber luchado contra Hitler,
inventar los bocadillos de galleta con leche condensada y ser Spiderman en tu
tiempo libre.
La crisis de los 40
Esa en la que a algunos les de por ponerse mallas verdes y comenzar a
correr, o comprarse un deportivo, o una moto y se te empieza a caer el pelo (por
la velocidad debe ser), o liarse con alguien más joven y ponerte pantalones de
colores… Y esta crisis te puede llegar en cualquier momento. No es que te
quites años, es que quieres hacer cosas de uno de 20, y ya tienes una edad.
Yo aún no había nacido
Otra vez vuelta a quitarse años. Son esos señores o señoras, que suelen ser
famosos y todo el mundo sabe cuántos años tienen y se plantan en los 40. Tus
abuelos cantaban sus canciones, o habían visto sus películas, que les ha dado
clase de filosofía el propio Sócrates y ahora resulta que son más jóvenes que
tus padres. Que sí, que os conserváis muy bien y que en vez de 80, parece que
tienes 79, pero aún así. No cuela… Y deja de estirarte la cara que se te van a
juntar las orejas por detrás. Eso sí, me encanta el pelo de muñeco que te has
puesto.
¡No puede ser! ¿Estás seguro?
Y volvemos al principio. Esos señores o señoras que rondan los 100 años y
están mejor que 2 de 50. Les encanta decir su edad, y no se quitan ni una semana.
Te lo dicen con todo lujo de detalles: fecha de nacimiento, los años que
cumplen, el número de nietos, bisnietos, tataranietos, si había república,
monarquía, cuando ellos eran pequeños… Me encantan esas batallitas del abuelo.
Ya sabemos que a medida que vas cumpliendo años estás más mayor. No hace
falta ser matemático para llegar a esta conclusión, pero yo voy a optar por la
opción de cumplir cuantos más mejor. Vosotros veréis lo que hacéis con vuestros
años. Y no pienso quitarme ni uno sólo de mis 22 años.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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