Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Papeleo, Internez y la madre que parió a los formularios


Vamos a empezar como si fuera un monólogo de un cómico. El otro día (tomando el otro día por cualquier momento que oscile entre ayer y otro día de la historia de la humanidad) tuve que ir a arreglar papeles. 


Bonita expresión lo de arreglar papeles. Parece que los papeles se me habían roto, que no funcionaran. O que tuviera que darles con el destornillador de estrella (el plano no funciona para estos casos). Cuando decimos arreglar, queremos decir renovar, pagar, domiciliar… todas estas acciones que nos encanta hacer a todo el mundo. Tanto como madrugar para ir al dentista, o chupar una lija al mediodía en agosto… en Sevilla.


Hoy voy a contarte algunas cosas que pasan cuando estás papeleando. Seguro que la RAE no recoge este término, porque ya sabemos que está lleno de señores que no les gusta recoger cosas nuevas, ni viejas, que lo tienen todo perdido. Vamos que me lío y no quiero cabrear a Pérez Reverte... aunque igual ya venía enfadado de serie.


Vamos al papeleo.

Más fácil a no ser que…
Ahora el mundo del papeleo es mucho más fácil. Con sólo dos clicks puedes hacer algunas gestiones. Depende mucho si es un tema de pago. Ahí son todo facilidades. Todo es sencillísimo… cuando al que le toca pagar es a ti… 

Ahora bien, trata de que una entidad o empresa te devuelva dinero o te pague a ti algo. Entonces se caen los sistemas, se apagan los ordenadores, la aplicación no está preparada y esgrimen (del verbo esgrimir, que no tiene nada que ver con el zumo de naranja ni con el esgrima, lo de pelearse con una espada en los juegos olímpicos) cualquier desastre natural para que tú no veas el dinero. Y ahí es cuando tienes que enviar un fax, rezar dos avemarías cuando serás mía, llamar por teléfono…

Teléfono
Lo de llamar por teléfono también es un avance. Poder hablar con esos amables trabajadores siempre dispuestos a ayudarte. No sé si os pasa a vosotros, pero ¿No te hace muy feliz que atiendan antes a los del teléfono que a los que han ido en persona? Es que está sonando el teléfono… Y tú, ya, y yo he venido hasta aquí, me he tenido que duchar, vestir, buscar aparcamiento, esperar dos horas de cola y ¿Atiendes antes a un señor que estará en pijama, tocándose los huevos, sin esperar cola que a mí? Déjame que hable yo con él.


Ventanilla 210
En casi todos los sitios de “papelear” hay diferentes mesas y/o ventanillas. Estás esperando tu turno, con tu papelito. Ese papelito que alguien amablemente, o no, te habrá dicho que tienes que coger de una máquina que tiene como única misión, darte un número muy alto. Nunca te dará el number one, o el 2. Siempre del mil en adelante. Y a ese papelito te aferras como si tu vida dependiera de él. Y te vas poniendo nervioso cuando está a punto de llegar tu número. Y cuando te toca, ves que tienes que ir a la mesa 3, por ejemplo. Pues la mesa 3 estará escondida. No está junto a la 2 ni a la 4. Estará en ese rincón que hace chaflán (preciosa palabra, por cierto) y los 10 segundos hasta que encuentras tu mesa o ventanilla, serán los más largos de tu vida.


Si  ahora todo se hace por Internez
Bueno, todo, todo no. Ahora es más fácil y rápido hacer muchos papeles que antes podían tardar días en hacerse. Puedes pedir cita para renovarte el carnet, el pasaporte, y otras muchas cosas, pero aún tienes que ir a poner el dedo y enseñar el careto para que sepan que eres tú. Por un lado es casi mejor así. No me gustaría ir enviando dedos cada vez que renuevo el carnet de identidad… Que uno tiene ya una edad y me he renovado el carnet unas cuantas veces y no están las cosas como para ir perdiendo dedos.

Las fotos
¿Conoces a alguien que salga bien en la foto de su pasaporte? ¿O en su cédula de identificación? (la palabra cédula es probablemente una de las más inquietantes de nuestro vocabulario). Pero vamos a lo que vamos. Que no hay nadie que salga parecido a su foto. ¿Por qué no nos dejan ponernos esa de Instagram en la que salimos tan guapos? La que estamos en la playa con nuestros amigos. Esa tan original en la que salimos dando un salto todos a la vez. O en la que ponemos morritos, o mejor aún, con tu actor favorito…
Formularios, todo un mundo
No me digáis que soy el único que se pone nervioso ante un formulario. Empezamos con el nombre y el apellido. Siempre lo ponen al contrario de lo que tú has escrito. Que ya empezamos mal. Pones tu apellido en el nombre y el nombre del padre y del hijo y el del espíritu… 

Formularios 2, el retonno
En el caso de que no puedas coger múltiples formularios para evitar tachones, después del nombre, viene el problema del domicilio. Faltará siempre el dato importante. Si tu vives en una Avenida, sólo podrás poner calle. Si hay un portal, o escalera, no habrá espacio suficiente para ponerlo. Te faltarán casillas. ¿Habéis oído la expresión sacar de  sus casillas? Viene de ahí. Que te falta espacio para poner tu nombre completo, o el nombre de la calle, y ahí te ves intentando poner letras más pequeñas para que quepa todo, pero al final, te sacan de tus casillas.


Seguimos formuleando
“Supongando” que has puesto todos los datos bien, el nombre del padre y el del hijo, tu calle, el portal, la habitación en la que vives, has rellenado tu fecha de nacimiento como ellos te piden, primero el mes, mierda, era el día, y ahora el año, con boli azul, luego te preguntan por el sexo. Y ahí es cuando dudas, y no sabes si poner una V, una M,  H de hombre, de hembra, o de ¡Hasta los Huevos!!


Cosas que pasan o podrían o pudieran pasar
Decidme que no soy el único que al terminar el formulario, ves la letra pequeña y os dais cuenta que ese no era el que tenías que rellenar. Que ese es para los jubilados, o para no residentes, o para cuando estás representando a otra persona… y te dan ganas de dejar de residir, de jubilarte o de representar a España en Eurovisión… Total, tampoco te van a votar. O sí, que nunca se sabe.
Yo venía a recoger un título
¿Sabéis que también puedes pasar a recoger títulos? Bueno, no todos. Por ejemplo, no puedes ir a una oficina a pedir que te den la Champions. O sí… Bueno, mejor no me meto en jardines. O que te den un Ducado (de los que se fuman no, de los que sirven para…. ¿Para qué sirve un título de Marqués? ¿O de Duque?) También hay gente que pide máster… Sin estudiar ni nada. Por pedir…. Pero mejor seguimos sin meternos en jardines, que nunca sabes quién puede estar leyendo estas cosas.


Esperemos que no me abran un expediente y tenga que rellenar otro formulario sin equivocarme y esperar a que me llamen a la mesa 4… Y sobre todo no os olvidéis el boli, que eso siempre pasa. Y es que los humanos no hacemos más que perder cosas.



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