Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Bares, qué lugares
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Una de las cosas que echas de menos cuando sales
de España son sus bares. Que no es que no hayan puesto sitios en el extranjero
para tomar un café, o una cerveza con los amigos, pero no hay torreznos, ni
señores leyendo el Marca, ni otras muchas cosas que echas de menos de los
bares, qué lugares, tan gratos para conversar.
Yo soy un poco como los señores de la canción,
que también me gustan los bares. Calor, amor y bar. Deben ser las primeras
palabras que aprenden los guiris. ¿Dónde mejor que un bar para practicar la
frase preferida de los señores que vienen del extranjero a un país en el que se
hable español? “Dous cervezas” por favor.
Hace poco entré a tomar un café en uno de esos
bares típicos, de los de toda la vida. Un bar al “azahar”. Sólo quería que
hubiera café… y me di cuenta que hay mucho más que café, y que los echo de
menos más de lo que yo creía.
Hoy te cuento por qué los echo de menos.
¿Son
el mismo, o es igual?
Parece que los bares, los de toda la vida (los
llamamos así para diferenciarlos de los que NO son de toda la vida, aunque creo
que la definición no ayuda demasiado) son todos iguales. Que los ha hecho el
mismo señor y los ha decorado el mismo interiorista (como si hiciera falta uno
para decorar un bar). Con su barra, su máquina de café, la vitrina para que no
se cuelen (demasiadas) moscas en la tortilla o en los “cruasanes”, sus mesas
con los servilleteros y palilleros, sus “menuses” del día, el oído cocina y su
nombre original en el rótulo de la puerta. Casa Paco, El Toledano, Bar Tolo, La
Oficina o Hermanos Peláez… y puede que tengas razón. Todos se parecen y por eso
me gustan.
El
nombre del padre, o del sitio…
No siempre es conocido el bar por su nombre
original. Puede que el bar se llame Bar Simpson, pero en realidad todo el mundo
lo conozca por el de la esquina, el bar (porque no hay otro en el pueblo), el
de Juanín (porque el camarero se llama Antonio… Que noooo, que se llama Juan,
pero como es más bajito que un bache, pues ahí lo tienes), o el guarro (en toda
ciudad hay un bar en el que las condiciones higiénicas o bien del dueño o del
bar no son las adecuadas y ese bar es carne de Pesadilla en la cocina). ¿Cuántos
bares conoces que se llamen El Segoviano? Si eres de Calatayud, no te
recomendamos que le pongas el nombre del gentilicio a tu bar… Te vas a gastar
una pasta en el rótulo y por no decirlo, la gente ni entra.Tampoco te recomiendo este nombre, pero cada
uno es libre de poner nombre a las cosas como quiera…
Bares:
¿Cuántos hay?
Depende de a quién le preguntes habrá muchos
bares, o muchísimos. El caso es que se estima que hay unos 270.000 en España. Tenemos
un bar por cada 170 personas. No está mal ¿No? Hay pueblos en los que sólo hay
una iglesia y un bar, y en otros sólo un bar… que hace más calorcito, está más
horas abierto y tiene más variedad de vinos.
Horario
de apertura
Hablando de horarios, un bar de los de toda la
vida casi siempre está abierto. A cualquier hora. Y te pueden servir un café, o
un gin tonic cuando quieras. Sin mezclar. Aunque ahora a los gin tonics se les
echa de todo, no sé yo si no llegará la moda del gin tonic late machiato, o el
descafeinado. El caso es que siempre habrá una cara amiga para servirte el
desayuno, comida, merienda, cena y recena. El horario de “cerradura” suele
depender de a la hora que cierren. La de apertura pasa un poco lo mismo, pero
más temprano… o no.
Seguimos
con la decoración
Un bar de toda la vida que se precie tiene su
barra, su señor detrás de la barra, esas banquetas altas ideales para sentarte
cuando eres bajito como Juanín o vas un poco perjudicado por el alcohol. En sus
cristales no puede faltar la imagen de un par de gambas, una jarra de cerveza, un
mejillón (pobre, siempre sólo) y un bocadillo de calamares. También sus fotos
de fútbol de la peña que toque en cada sitio, Club Deportivo Gimnástica Atlético
Real Racing de Fútbol. No puede faltar las mesas con la publicidad de Mirinda
(todavía quedan), esas sillas tan cómodas que a la media hora ya forman parte
de tu cuerpo (se te han clavado en la espalda para siempre), y la máquina de
las cerezas, con su señor o señora incorporado (hablaremos de ellos más
adelante).
El
señor detrás de la barra
También conocido por su nombre de pila o jefe,
aunque cada uno se llame de una manera. Este señor es capaz de recordar lo que
le han pedido dos señoras que han entrado a tomar una cañita, cómo le gusta el
café a sus clientes, los doscientos bocadillos que le han pedido los de la Tuna
que acaban de entrar y tienen tiempo para comentar el partido de ayer…. Todo
esto sin apuntar nada. Todo en la cabeza. Ríete tú de la memoria del último
iPhone. Este señor es mucho mejor que el teléfono, y además no hay que andar
cargándolo cada poco tiempo. Y viene con bayeta incorporada para limpiar la
barra, cada uno con la suya (su barra, y su bayeta).
Los
otros
No hay manera de mencionar a los clientes de los
bares. Habría manera pero no sé yo si es muy atractivo leer un listado con un
montón de gente. El caso es que hay muchas clases de clientes pero siempre
estará en el bar el señor que pusieron de atrezzo cuando lo abrieron (vayas a la hora que
vayas, allí estará viendo la tele o leyendo el periódico), la señora del abrigo
de piel que entró por equivocación y se quedó a tomar una caña, el que pide un
café para poder ir al baño y que no le miren mal al salir, los amigos echando
la partida al mus o al dominó, los que van a ver el partido y se toman una coca
cola durante 3 horas (lo que vino a denominarse marear la coca cola, o la caña,
dependiendo de la bebida), los de la oficina de arriba que bajan a
desayunar,el que pide un carajillo
desde la puerta a gritos, y el de la máquina tragaperras (que le pusieron al
mismo tiempo que el que ve la tele o lee por el morro todos los periódicos. Es
el señor más informado del mundo) y a veces, un borracho.
Churros,
porras, torreznos y otras cosas difíciles de pronunciar para los extranjeros
La carta de un bar de toda la vida es muy
amplia. Desde un café en sus múltiples variantes, sólo, cortado, descafeinado de
máquina en vaso con leche fría, máquina de leche descafeinada en jarra de
cristal, Cola Cao sin azúcar, Light, sin cacao… Y toda clase de bollería, artesanal,
industrial, química, física y aeronáutica. Pinchos de tortilla, con cebolla,
sin cebolla, con pimientos, sin tortilla. Ese jamón colgado del techo, el queso
metido en aceite (que venía también con el señor del periódico y con la barra),
los platos combinados (parecen diseñados por Agatha Ruiz de la Prada por los
colores), las gambitas, las patatas bravas, esa ensaladilla rusa…. ¿Cómo
queréis que no eche de menos estas cosas?
Y con una
cerveza, te regalamos las tapas
Es como con el primer fascículo (palabra horrenda donde las haya) de Mis
Dinosaurios favoritos, o Tapones de corcho en el mundo, 50 Sevillanas para
poner encima de la Tele. Que te regalaban las tapas. En algunos bares de toda
la vida también lo hacen. Sin pagar. Gratis. Y sin tener que coleccionar
dinosaurios ni nada, sólo con pedir una caña. La caña sí que hay que pagarla,
que no todo va a ser alegría y alborozo (no tan bonita como la caña y la tapa
gratis, pero una palabra preciosa).
La
variante de carretera
Vamos a terminar cogiendo el coche y yendo a
esos bares de carretera que salpican nuestra piel de toro (jodé qué frase tan
viejuna). Esos bares en los que ves camiones aparcados y sabes que se come bien
(seguimos con los tópicos) y en los que puedes comprar Miguelitos de la Roda, ristras
de ajos, vino de la tierra (en realidad es de uva, pero les gusta decir que es
de la tierra), un queso entero, chorizos y un DVD con los mejores chistes de
mariquitas y gangosos de Arévalo (sí, en DVD, todo un descubrimiento. Tan útil
como la R de Marlboro). Su tabaco, ¡Gracias!
Como veis, echo de menos los bares… Aunque no
debería, porque este post lo he escrito desde un Starbucks, que se está tan
agustito, con su wifi y su café tan rico…. ¿A quién quiero engañar?
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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