Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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¿Y si los políticos se pasaran por Carabanchel?
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Cuando empecé a escribir en el blog me propuse no hablar de ciertas cosas,
como por ejemplo el fútbol, religión o política. Pero ya sabéis cómo son estas
cosas, que la noche te confunde, y al final te hacen hablar aunque no quieras.
De fútbol ya os he hablado alguna vez, de religión también un poquito, y
hoy os voy a hablar sobre los políticos, no de todos, sólo de algunos. Prometo
que termino rápido.
¿Vamos allá? No te duermas Ángela, que esto va también contigo.
Antes de nada os tengo que explicar que Carabanchel es un barrio de Madrid que hace muchos, muchos años fue un municipio
independiente de la capital. Durante más de 55 años hubo una cárcel, que en un
gran alarde de originalidad, se le llamó cárcel de Carabanchel.
Allí pasé mis primeros años, en el barrio, no en la cárcel, y en
Carabanchel aprendí muchas cosas (seguimos hablando del barrio, todavía no he
ido a la cárcel). Algunas malas, otras malas y muchas, muchas buenas. Hoy os
voy a contar una de las mejores que aprendí. Pero vamos ya sin más “dilatación”
al lío.
Carabanchel, años 80. Casi todos los chicos jugábamos en el equipo de
fútbol del barrio. Ya, ya sé, no era cuestión de sexismo, es que había muy
pocas chicas y no había liga (de fútbol) para ellas todavía. Jugábamos en
distintas categorías, desde los más pequeños hasta juveniles. Y también nos
llevamos algún que otro pelotazo.
Para comprar las equipaciones había diferentes alternativas.Que cada uno se comprara la suya, lo que
provocaría un cierto desconcierto en el equipo rival y en el nuestro por llevar
diferentes colores y modelos. Quitárselas a los equipos contrarios y jugar con
ellas. Comprarlas en una tienda de equipaciones deportivas para que nos
equiparan con las equipaciones correspondientes. Recurrir al patrocinio, por
ejemplo ir a Telefónica (no existía Movistar todavía) y ponernos la foto de un
teléfono fijo en la camiseta o por último vender papeletas de lotería.
Optamos por la opción “loterística”. Allí íbamos todos intentando vendernos
entre nosotros las papeletas, pero no funcionaba bien, era como cambiarnos
cromos. Y teníamos que pedir ayuda a amigos, familiares, en el colegio, en el
trabajo de nuestros padres… menos en la cárcel, en todas partes.
Y la cosa no funcionó demasiado mal. Vendimos todas las papeletas y
conseguimos una cantidad de dinero suficiente para que no pareciéramos el
ejército de Pancho Villa y hacernos pasar por un equipo de fútbol decente.
Hasta los porteros podrían tener su propia camiseta y no jugar con la parte de
arriba del chándal… e incluso más bonita que la del portero mexicano (nada
difícil por cierto).
El encargado de recaudar todo el dinero era uno de los chicos del barrio… Y
lo recaudó todo. Enterito. Pero en vez de guardar el dinero para las camisetas
decidió que se lo iba a gastar en sus cosas. Nunca supimos en qué se lo
gastó.
Y aquí es donde entran los políticos y por qué deberían pasarse por
Carabanchel para aprender alguna que otra lección.El padre de nuestro amigo al enterarse de que su hijo se lo había gastado,
lo primero que hizo fue devolver el dinero, comprar las camisetas para los
diferentes equipos. De su hijo, no volvimos a saber nada hasta dos años
después. Vivo seguía, porque le vimos después. Pero lo más lejos que salió de
casa fue para ir al instituto. Y rapidito, si no quería que se alargara el
castigo.
¿Os imagináis que alguien se quede con el dinero de todos? Eso está muy feo
¿verdad? Y lo que tendría que hacer es devolver el dinero, y pasarse una
temporada castigado. Diría incluso más. Como les hemos elegido para que
gestionen nuestro dinero, y les pagamos por ello, no deberían poder seguir
haciéndolo. ¿Quién se va a fiar de alguien que toma lo que no es suyo?
Probablemente la lección no es únicamente para los políticos… Dudo mucho
que nos hagan caso, y no creo que ninguno de ellos lea este blog. Somos todos
los que deberíamos aprender algo de Carabanchel y del padre de mi amigo. Ya que
entre ellos no se castigan, deberíamos ser nosotros los que hiciéramos todo lo
posible para que aprendieran la lección. Robar está muy feo, lo haga quién lo
haga, ya sea de tu partido, de tu pueblo, tu amigo, tu hijo o quien sea… ¿Por
qué les dejamos que se lleven lo que es nuestro?... Y además, ¿les pagamos por
ello?
Realmente no he hablado de política, ni siquiera de políticos, sino de
intentar explicaros que todos somos responsables de lo que pasa alrededor. Y
estamos dejando todo en manos de irresponsables. Hasta aquí mi indignación…
No puedo prometer que ya no me voy a indignar más, pero sí, que no os voy a
dar la turra. Porque en esta vida se puede hacer de todo, menos dar la turra.
Y la próxima semana, no hablaremos de ni de los políticos, ni de malos
rollos, ni siquiera del gobierno, aunque nos lo digan Tip y Coll.
¡Qué razón tienes, Javier! Yo creo que en las manifestaciones, en vez de reclamar aquello por lo que se ha salido a la calle, bastaría con llevar pancartas que dijeran "que sepas que ya no te voy a votar nunca más". ¡A lo mejor funcionan...! ibb
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
¡Qué razón tienes, Javier! Yo creo que en las manifestaciones, en vez de reclamar aquello por lo que se ha salido a la calle, bastaría con llevar pancartas que dijeran "que sepas que ya no te voy a votar nunca más". ¡A lo mejor funcionan...!
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