Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Yo os maldigo, jodíos móviles

No sé si os acordáis de Charlton Heston en El Planeta de los Simios en la escena final, más cabreao que una mona y “maldijiendo” a todos. Pues yo igual, maldigo a los móviles, que tienen la culpa de todo lo que sucede. Antes no había teléfonos inteligentes, ni siquiera un poco listos, y no pasaba lo que está pasando ahora. Si no, cómo os explicáis, que haya llegado Trump a ser Presidente. Pues por los móviles.


Y no sólo lo digo yo. También lo dicen los programas de la tele, y los de la radio y en los artículos de revistas y periódicos (por si no lo recuerdas, son esas cosas que venden en las tiendas con hojas… las lechugas, no, lo otro).


Pues eso, que lo dice todo el mundo. Todo el día nada más que “de mirar” el móvil y no hacemos otras cosas, no como antes que hacíamos…. por ejemplo… Dejadme pensar y ahora vengo.


Te despiertas y lo primero que haces es….

Pues sí, lo primero es mirar el teléfono. No como antes, que nada más despertarte ibas directo a consultar la Enciclopedia Británica o un libro de Freud para interpretar los sueños. La mayoría usamos el teléfono como alarma. ¿No tendrás que mirar el móvil para que deje de sonar? De paso que lo miras quitas la alarma, consultas el correo, ves los últimos chistes que te mandan por Whatsapp y compras acciones de Carrefour en la bolsa… ¿o eran bolsas de Carrefour?. Aún estoy medio dormido.


Desayunas leyendo Facebook y “Pistagram” y escuchando el “putifai”

Yo soy un clásico y sigo desayunando Cola Cao… eso sí, sin droja ni nada, que me pone muy mal cuerpo (la droja, el Cola Cao no tiene la culpa del cuerpo que tengo). Antes la gente desayunaba leyendo el periódico, lo de las hojas que os comentaba antes. Ahora también, pero lo lee en el teléfono y consulta todas las redes sociales y al mismo tiempo tiene la tele puesta y la radio, y un transistor y a veces la tostadora. Y así no hay quien desayune.


¿Para qué vas asomarte a la ventana?

Aparte de para ver a la chica de ayer, como en la canción, ya no te hace falta mirar para saber si hace frío, calor, llueve o si hay atasco en tu calle. Ahora el teléfono te lo dice todo. Lo que vas a tardar al trabajo, el tiempo que hace, te avisa de que el vecino pesado sale al mismo tiempo y que esperes un poquito para no cruzarte en el ascensor con él. Y es que los teléfonos son muy inteligentes ahora. Más que los dueños.


Ya nadie mira por donde va

Eso no es del todo cierto. El teléfono te va diciendo por dónde vas. Pero tú sólo miras al teléfono. Andando por la calle, esquivando gente, deposiciones caninas (lo que viene siendo una… ¿¿¿hace falta que lo explique???) Todos con los cascos puestos. Y ya en el metro todo el mundo sigue mirando al móvil. No como antes que la gente hablaba entre ellos (yo tampoco me acuerdo de aquello) e incluso se formaban corales para cantar canciones de Mocedades entre las estaciones de metro, y se leían libros de filosofía y todo el mundo era amable y te amenizaba el trayecto María Jesús y su acordeón… O quizá no era Maria Jesús, pero sí que había gente tocando. Y el acordeón también.


Hasta para c%&·$%!!

Sí, también te lo llevas al baño. Antes usabas un periódico. No digo que ahora te limpies con… Ya me entendéis. El caso es que ya no hacen falta revistas. Con un móvil tienes todas tus necesidades cubiertas… Todas, todas no, pero casi. Así mientras estas ocupado puedes seguir informándote sobre si la infanta no irá a la cárcel y Urdangarín tampoco… Y te enfadarás y te… bueno, al fin y al cabo te pilla en buen sitio.


Mira qué gracioso lo que me han enviado… por décima vez

Los grupos de Whatsapp merecerían un apartado aparte (nótese la riqueza de vocabulario del escribiente… todo culpa de los móviles, por supuesto). El caso es que si contáramos o contásemos el tiempo que hemos empleado mirando los mensajes de whatsapp ahora mismo todos tendríamos tres carreras superiores, dos inferiores, hablaríamos cinco idiomas, seríamos virtuosos de la guitarra y conoceríamos nuestro planeta del uno al otro confín (lo que quiera que signifique confín. ¿Será lo opuesto a sinfín?)


Reenviando que es gerundio

No es suficiente con recibir la foto del señor de color con falta de presupuesto para comprarse calzoncillos (y es que para tapar eso, hacen falta muchos gayumbos), sino que reenviamos todo lo que nos llega. Vídeos de chistes, chistes sin vídeos, señores desnudos, señoras sin ropa, gatos con ropa cantando sevillanas… Y lo recibirás por triplicado y por tierra mar y aire, y en tu muro de Facebook, por Twitter y ya por último, hablarán de ello en un programa de televisión en el que comentan lo que ya has visto en tu teléfono hace unos días.


Y para relajarme…

Antes te echabas un cigarrito, pero ahora como no se puede fumar en ningún sitio y un paquete (seguimos hablando de tabaco) cuesta casi tanto como un móvil, pues te relajas con el móvil. Y haces un sudoku, o un crucigrama, miras tu Facebook, revisas lo último de Twitter o haces punto de cruz con una aplicación del móvil… El relax se acaba cuando se está acabando la batería.


¡¡Alerta!!

Desde el momento en que se acaba la batería y los cinco minutos (siendo muy lento) que tardas en encontrar el cargador y el enchufe, tu vida carece de sentido. Todo tu mundo se tambalea, ya nada tiene sentido.


Aún hay esperanza

Has encontrado todos los elementos de tu kit de supervivencia (el cargador, la cartera, las llaves y el teléfono) y tu vida vuelve a tener sentido. Realmente no, pero ya puedes usar el móvil de nuevo. ¿Te imaginas que te quedaras en una isla desierta con este kit de supervivencia? Yo creo que no “superviviríamos”.


Gracias por estos alimentos que vamos a fotografiar

Toda comida que se precie debe ser convenientemente fotografiada. ¿Cómo se van a creer mis amigos que he comido una paella (aunque sea con chorizo) si no le hago una foto? Antes podíamos comer sin hacer fotos ni nada. Eso sí, bendecíamos la mesa, por si las moscas.


¿Sabéis qué? Que yo creo que tampoco tienen la culpa de todo los móviles. Los Son como los pimientos de Padrón, que a veces sí y a veces no. Muchos probablemente estéis leyendo este post en un teléfono, otros en un ordenador, y algunos, la mayoría, ni siquiera lo estén leyendo … y todo porque están contestado a un whatsapp, o haciendo fotos a la comida, o jugando con el puto teléfono… ¿Queréis guardarlo en el bolsillo y salir a la calle a dar una vuelta? Pero llevaros el cargador, por si acaso J




Comentarios

  1. Es verdad que el móvil nos tiene esclavizados, antes escribíamos unas cartas y esperábamos la respuesta semanas enteras, pero ahora nos enteramos de todo en seguida. Yo le tengo simpatía, ya ves, y dejé la física cuántica y todo por él...

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  2. Mi hijo dice que soy la única persona de este mundo mundial que tiene un móvil solo para hablar por teléfono. No tengo fotos de nietos, vídeos de celebraciones ni "guasap". No puedo recibir ni enviar gatitos o señores en pelotas ni leer las memeces de cerebro con encefalograma plano --¡¡oh, cielos, qué bendición!!-- del nuevo, anaranjado y guerrero presidente. ¡¡Javier, soy feliz!!
    Besotes,

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  3. Por favor, no matemos al mensajero. Ellos no son malos, malísimos, sino nosotros, que, con su uso o abuso, nos convertimos en esclavos y superultradependientes del artilugio. Por favor, no le eches la culpa a ellos. Somos nosotros que no sabemos discernir sobre nuestros tiempos y el de ellos.

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