Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
Obtener enlace
Facebook
X
Pinterest
Correo electrónico
Otras aplicaciones
Porque yo lo valgo... y tú no
Obtener enlace
Facebook
X
Pinterest
Correo electrónico
Otras aplicaciones
-
El otro día (medida de tiempo que va desde ayer, a cualquier
día de hace 25 años) mi hermana publicaba en Facebook lo siguiente:
Para los que no seáis de Madrid, y por aclarar. Chamartín
es una estación de tren. Las señoras de la historia no sabemos si son de
Madrid. Tampoco sabemos si terminaron a golpes, si se sentó una encima de la
otra, de qué marca eran los bolsos… Lo que casi es seguro es que la señora B,
la que pidió que la señora A retirara el bolso, es de la tribu de los “porque
yo lo valgo”. De estas personas que no se les pone nada por delante, y se
quedan más “agustito” que Ortega Cano con un par de “yintonics”.
Y todo esto es para contarte algunos ejemplos de señores
y señoras L’Oreal, o “porqueyolovalgo”.
No tienes prisa
¿verdad?
Estás esperando tu turno en el mercado o en la cola del
supermercado para pagar y se acerca, normalmente, alguien mayor, señora o señor
con una amplia sonrisa y con total tranquilidad se te pone delante diciendo: “Tú no tienes prisa ¿Verdad?” Y claro
que tienes prisa, pero te lo dicen con tanta naturalidad que no sabes qué hacer... y no haces nada.
No, si yo sólo
voy a preguntar una cosa
Todos estamos en fila esperando y siempre aparece el
espécimen que sólo va a preguntar una cosa. Y normalmente esa cosita que en
principio no era de mucha importancia se convierte en más de 10 minutos.
Siempre. El resto de gente también vamos a preguntar una cosa, pero no sabemos
por qué, dejamos pasar al “preguntaor” profesional. Por ejemplo estás en la
cola del cine y la pregunta es. “¿Me puedes dar dos entradas para la sesión de
las 5 de Supermán contra Batman que sean centraditas y no demasiado atrás”. Si
es el banco seria “Que yo venía a que me informaran sobre las hipotecas y si me
pueden dar una que estoy pensando en comprarme una casa y me faltan 500.000
euros”. Si es en el mercado, la pregunta sería “Las merluzas son frescas verdad
y ponme una que no sea muy pequeña ni muy grande que viene gente a comer a casa
y la voy a poner rellena”. Y ahí estás tú, y se te ha puesto cara de merluza
también.
Carril del morro
Hay un carril especial para los que tienen la cara más
dura que los cristales de un banco. Que da igual que haya un atasco de un
kilómetro o que lleves 20 minutos para poder incorporarte a un carril o entrar
en él. Llegará un listo que nadie sabe de dónde ha salido para ponerse por
delante. Y sufrirá todo tipo de improperios (que es lo que viene siendo
insultos) y gesticulaciones y tocada de pitos y en muchas ocasiones tocada de
huevos. Pero ahí le tienes, impertérrito (actitud propia de los “porque yo lo
valgo”, que consiste en que le dé igual lo que los otros piensen, digan o hagan
contra él. Un impertérrito es alguien muy resbaladizo, y que tiende a que se la
pele todo en general).
Aparcaré en la
misma puerta
Es uno de los mandamientos de esta tribu. Da igual que
sea un colegio, una tienda, un estadio de fútbol, donde sea. Ellos dejan el
coche ahí mismo, donde se les planta. Y puede que sea en doble fila, o triple,
o en las plazas de minusválidos, porque ellos tienen más prisa que nadie y su
tiempo es oro, plata y bronce y todo lo que se te ocurra. Y tú puedes esperar
si su coche bloquea el tuyo. “Cómo te pones por un minuto que has tenido que
esperar!” dirá con todo su morro.
Espatarraos sin
fronteras
La gente normal necesita un asiento. Uno. Solamente uno.
Pues estos señores y señoras necesitan por lo menos dos. Y no es que sean más grandes que el
resto del mundo. Es que los cojones no les caben en un solo asiento. Y da igual
que tengan a una mujer embarazada con dos maletas, muletas, de pie en el metro,
por poner un ejemplo. Ellos no se darán por “aturdidos”. Les da igual. Los
cojonazos deben afectar al resto de sentidos. Incluso al sentido común.
¿Quién me va a
prohibir a mí?
Las reglas aplican al resto de la población. Al resto
únicamente. Son los fuera de la ley. Que se prohíbe fumar, pues ellos fuman porque
la ley es para los demás. Que en el restaurante pone que hay que esperar a ser
atendidos y que les den una mesa, ellos toman la mesa, las sillas, y todo lo
que esté a su alrededor. Son los que ponían carteles en los carteles de
prohibido fijar carteles J
Mantengan apagados
sus móviles
Al principio era que apagaran sus móviles. Ahora ya te
dejan ponerlo en modo avión y al final terminarán dejándonos tener el teléfono,
hablar, jugar, mirar nuestras redes sociales y hasta que llamemos al piloto
para que nos deje un poquito más cerca de casa que el aeropuerto está muy retirado.
Y los hay que están hablando antes, durante y después de aterrizar. Y suelen
tener el tono de llamada más desagradable del mundo.
¿Pagas tú? Vale
Estos señores siempre tienen excusa para no pagar. Se les
perdió la cartera (hace 10 años). No llevan suelto… ni agarrado. La próxima vez
ya pagarán ellos. Han estado un poco lentos a la hora de sacar el dinero del
bolsillo, se le comió el perro el billete de 20 euros… Busca la excusa que
quieras. A veces ni siquiera ponen excusa, es que no pagan y ya está.
¿Un cigarrito?
“Es que estoy dejando de fumar. ¿Me das un cigarrito”? Y
el tío no es que esté dejando de fumar, lo que está es dejando de comprar. Es
el que sólo fuma en ocasiones especiales…. Cuando le dan tabaco. Y si por casualidad
él tuviera tabaco, sacará los cigarrillos ya encendidos del bolsillo para no dar ocasión a ofrecer al
resto de la humanidad.
¿Quién se anima
a coger la última?
Estos siempre se animan. Imagínate que queda una
croqueta, o una aceituna, o un chuletón de buey, pues siempre son los mismos
los que lo cogen. Y la culpa es del resto, que nos da vergüenza. Ellos ninguna.
Y te miran como si no pasara nada… y claro que pasa. ¡Se han comido la última!
Y si por casualidad, pidieras otra ronda de lo que fuere o fuese, también lo
harían.
Cruzan la calle
como si fuera suya
¿Te acuerdas en las películas del Oeste cuando se retaban
a muerte junto al salooooon? (Nunca supe cuántas oes u “oses” llevaba la
palabra). Pues estos señores cruzan los pasos de cebra y miran a los
conductores de los coches como si les estuvieran retando. A veces también
recuerdan a un torero haciendo el paseíllo. Y cruzan la calle a cámara lenta,
sabiendo que el resto del mundo está esperando por ellos. Y te dan ganas de
atropellarlos, y dar marcha atrás para que no sufra.
Creo que ya te has hecho una idea de quién estamos
hablando. Y no hay uno sólo, hay muchos, y cada vez hay más. Y en el fondo les
coges cariño… pero muy en el fondo.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
Una magistral lección para conocer a los impertérritos, es decir, a los caraduras
ResponderEliminarVerdad verdadera.
ResponderEliminarMás verdad que un santo, Javier.
ResponderEliminarBesotes,
Isabel