Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Las fotos: antes y después

No, no voy a hablar de las fotos en las que sale gente sin pelo y luego como un cantante yeyé. O con tripa y sin tripa.


Os voy a contar algunas cosas sobre las fotos. Cómo eran antes y cómo son ahora. Cómo las hacíamos y cómo las hacemos.

No es que haya demasiada diferencia, básicamente se hacen igual. Miras y aprietas un botón. Pero ahora no sólo las hacemos con una cámara de fotos, también utilizamos un teléfono, o una Tablet, o un ordenador… o un reloj. En breve, las escobas harán fotografías también, mejor que algunos. Y la nevera, y las cámaras de fotos de juguete.


Vamos al lío.

Cámara y acción

Antes había las cámaras buenas, que eran las que tenían los cuñados (que siempre eran las mejores) o profesionales (no quiero decir que los cuñados sean profesionales... bueno algunos cuñados sí que son profesionales), y el resto. Ahora hasta el teléfono móvil que sólo tiene botones para llamar, mensajes y cámara hace buenas fotos. Y tienen 2000 voltios de resolución y no se mueven, ni traspasan, y con un montón de colores.



El camarón

¡Qué cámara tan buena! ¡Seguro que hace unas fotos cojonudas! El mismo razonamiento que: “¡Vaya máquina de escribir! ¡Tiene que escribir unos libros maravillosos! Y con los teléfonos pasa lo mismo, o con las tabletas. Por tener una cámara con 200 maxisingles por minutos, no se hacen buenas fotos. Lo que importa es el señor o señora que le da al botón.


¿Ya está?

Sí señor. Las haces y las ves. Incluso puedes ver cómo va a quedar antes de hacerla. Antes tenías que acabar el carrete, llevárselas a un señor o señora para que te las revelara y ver cómo habían quedado. Si el señor o señora era muy rápido, las podían revelar al instante (que tardaba entre 1 hora y un día). Como para pedirle que te hiciera un café instantáneo.


¿Has dicho carrete?

Así es. Eran unas cosas que se metían en la cámara para que se guardaran las fotos. Como la memoria, pero enrollado (no voy a hacer chistes con memorias guays). Pero tenían muy poca memoria. Como mucho 36 fotos. Y te ibas de vacaciones 3 meses a recorrer mundo y volvías con 5 carretes y la gente te decía que menudo cansino estabas hecho. Que si no tenías otra cosa que hacer. Ahora en un fin de semana sin salir de casa, haces 200 fotos y se las enseñas a todo pichichi.


¿Repetimos?

Ahora ves las fotos ipso facto (que quiere decir rait nau, o nada más hacerlas). Y antes. ¿Habré salido bien en la foto con mi Paco en el altar? No había opción de cambiar a Paco por otro.  Ahora si no te gusta la foto, paras la boda, y le dices al cura que te suelte otra hostia. Y el cura, seguro que te la da. Así son de solícitos los curas. Y si no te gusta cómo sale algún familiar, pues le borras con el Photoshop y santas pascuas plin. Así se arreglan los problemas.


¿Álbum?

El único álbum es el de los cromos. Si te queda alguno, seguro que está lleno de fotos de gente muy antigua. O tú, pero cuando eras antiguo. Ahora todas las fotos están en la nube. Como tu primo el bobo que está en Babia, pues, las fotos igual. O en Facebook o Instagram, o vaya usted a saber dónde cojones se guardan.



Menudo artista

Hay gente que hace la foto de un alambre y le queda bien. Da igual que el alambre esté retorcido y que no haya más que el jodío alambre. Otros hacen una foto del lugar más bonito del mundo o de una modelo, y te dan ganas de coger el alambre y…. Sujetadme que… Es como Pitingo escogiendo una canción. Y es que para todo hay que tener arte. Hasta para apretar un botón. Hay que saber a qué, cuándo y cómo apretarlo. Diréis que no tiene mucho misterio… pero lo tiene. Y mucho.


Filtrando

Hay gente que podía filtrar las fotos que hace. No es que le ponga filtros, sino elegir un poco. Que hacemos fotos a todo. A la comida, a la habitación del hotel, al camarero, al baño, a lo que haces en el baño (a todo lo que haces en el baño) y estamos tan contentos. Y aquí está la azafata que me dijo que no podía subir con la maleta en el avión. Y aquí el avión, y unos amigos de Murcia…


Fistros pecadores

Antes el único filtro era el que te ponías tú. O tu padre o tu madre. Piensa en si le gustaría a tu padre o tu madre ver la foto que vas a publicar. ¿Crees que no? Pues ahí tienes el mejor filtro. Ahora el filtro te lo da el señor Instagram, o el señor Google, y el “fotosó”. Y lo pinto de verde, y ahora le pongo un brillo, y “calurosidad” y un poquito de… Mira lo que pasaba a Van Gogh por liarse con los filtros en sus fotos… (¿o no eran fotos?).


Los autorretratos

Hablando de Van Gogh, a algunos que se hacen fotos, era para cortarles las orejas. Lo del rabo ya me parece excesivo. Hay que parar lo de los selfies. Y no me digas que tú no te has hecho alguno. O te lo han hecho. Que si te lo han hecho ya no es un selfie, pero ya sabéis de lo que hablo. Aquí no vale decir que es cosa de mi hermano, de mis amigos que me obligaron. Si no quieres no sales. Y es que hay más gente posando en el baño que fotos de boda y comunión. Y tenemos que poner esa cara de sopla. O enseñar musculitos. Y hay selfies que no deberían publicarse.


Un palo a los de los selfies

Yo les daba un palo a los que se hacen selfies. Literal. Y luego otro, y otro, hasta que dejen de hacérselos. Pero, espera, que a lo mejor hay gente que no sabe lo que es un selfie. Es lo que venía siendo el autorretrato de toda la vida. Es poner la cámara a la altura del hocico, estirar un poco el brazo, poner cara de pato, apretar el botón, mirar cómo ha salido y volver a repetir hasta que salga bien… Y es muy probable que nunca salga bien.



Con lo bonito que es un retrato

Yo no estoy en contra de los selfies… O sí, pero da igual. Con lo que costaba revelar una foto, no era cuestión de hacer experimentos y que sólo saliera una oreja (sonriendo eso sí, pero una oreja), o te pegabas un flashazo en el careto facial que te quedabas ciego durante 15 minutos. Y no ponías cara de pato a la naranja porque te metía tu padre una hostia que te quitaba el pico en un santiamén (qué bonita palabra).  Por eso, le pedías a un amable señor que si te hacía una foto… Y conocías gente, y el señor te daba charleta. Ahora, todo lo hacemos solos… y con nuestros 200 amigos todos juntos en la foto. Y no ponías cara de pato.


Fotos y bebés

Yo no sé vosotros, pero de pequeñitos todos teníamos la típica foto cayéndosete la baba y en una bañera en pelotas, otra con los pañales puestos, otra gateando y la de la comunión. Ahora los pobres niños y niñas tienen 300 fotos con Papa Noel, con los Reyes (los de Oriente), disfrazados, desnudos, con ropa de invierno, de verano… y todo en un año. Si lo multiplicas por las ganas que tendrán esos críos de matar a sus padres, te da un total de…


Y dicho esto, por favor, seguid haciendo fotos. Quiero ver cómo ponéis cara de pato, cómo crecen vuestros bebés, los sitios a los que habéis ido de vacaciones, vuestro desayuno, la merienda y la cena.  Pero no os hagáis fotos de los pies. No me vale que los vuestros sean bonitos, no hay pies bonitos. Y si podéis utilizar los filtros, mucho mejor… los de antes. Y ahora, ¡A hacer fotos!


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