Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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¿Jura decir la verdad? ¿Puedo pedir el comodín de la llamada?
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Nunca me han preguntado si juro decir
la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. La verdad (qué facilidad de
palabra ¿eh?) es que no sabría muy bien qué contestar. Y eso que yo no soy muy
mentiroso. Lo normal. Ni tanto como un político en campaña, ni tan poco como un
niño borracho (igual la frase es diferente, pero es algo de niños y borrachos y
decir la verdad).
Y es que todo el mundo miente. Pocas
o muchas veces, pero todos lo hacemos. Pueden ser mentiras piadosas o, de las
de ir al infierno de cabeza. Todos. Los niños que no han bebido, las señoras
mayores con cara de buenas personas (Paul McCartney incluido), los de
izquierdas, de derechas, los altos, los bajos y los que beben Coca-Cola.
Para que no creas que te engaño, te voy a poner algunos ejemplos. Vamos allá con las Edades del Hombre, de la Mujer y las mentiras...
De 0-2 años
Creías que a esa edad no se mentía,
¿verdad? Pues son los peores, y eso que casi no dicen nada. Les preguntas y a
todo te dicen que no. ¿Tienes sueño? No. ¿Quieres dormir? No. Y lo que pasa es
que tienen sueño a otra hora distinta a la tuya. La conocida como hora
intempestiva (¡Qué palabra tan bonita! Presente de intempestivo del verbo
dormir).
De 2 – 4 años
¿Pues no va y dice que ya es mayor?
Todos los críos a esa edad te dicen que ya son mayores y que lo pueden hacer
todo solos y que no se van a hacer pis nunca más y que te van a avisar. Hacerse
mayor no es dejar de hacerse pis. De hecho cuanto más mayor, más veces lo haces.
Mira Concha Velasco. Y lo dice en la tele, sin ninguna vergüenza.
De 4-8
Que tiene un amigo imaginario dice.
Hay algunos que lo del amigo les dura hasta pasada la adolescencia. Mira el
Pequeño Nicolás… Otra mentira típica de esta edad es lo de que mi padre es
policía. O que su padre es el más fuerte o que lo arregla todo. A no ser que tu
padre sea el hijo de McGyver y Chuck Norris. Ya sabes que estos dos pueden
hacer lo que se propongan... incluso tener un hijo entre ellos… ¡sin estar
casados!
De 8 a 11 años
Aquí ya empiezan a mentir con el tema
de si le gusta Fulanito o Menganita. No les gusta nadie… o sí, pero no lo van a
decir. Y si dicen algo lo harán moviéndose como la señorita de la imagen. “¿Qué
a mí me gusta Joshua? ¡Para nada!” Los niños son mucho más maduros. ¿Dónde va a
parar? Seguirán tirando a las niñas de la coleta para demostrar que no les
gustan.
De 11 a 16
A esa edad mejor que no les hagas
caso. A no ser que sean tus hijos y algo habrá que hacer. Pero haz lo posible
para evitarlos. Cuanto más lejos estés de gente de esa edad, mucho mejor. Mira
lo que ha pasado con Justin Bieber por darle bola. Aquel día que dijo que no
salía nunca más de su cuarto (eso lo dicen todos a esa edad), habría que haber
tirado la llave al mar (pero a uno de los mares de Canadá, que se hiela y es
más difícil de encontrar las cosas, matarile, rile, rile).
De 16 – 18
A partir de aquí ya es un no parar.
Que si soy un tío maduro, que yo sé lo que hago, que conozco perfectamente a
mis amig@s, que no fumo, que me ha sentado mal la Mirinda de Naranja y por eso
he vomitado.
De 18- 25
Seguimos mintiendo… Que si eres el
amor de mi vida. Nunca encontraré a nadie como tú (eso puede que sea verdad),
que te querré siempre, que sin ti no podré vivir, que te quiero como amigo (no
te quieren ni como amigo), que ya si eso te llamo…. Un sinvivir.
Lo bueno de esta imagen es que vale
para cualquiera J
De los 25 a los 30
Empiezan las entrevistas de trabajo
(o no). Dicen que hay países en los que la gente comienza a trabajar, pero el
caso es que también mienten. Seguro. Que sabes decir “Jelou”, pues ya eres
bilingüe en inglés (los ingleses será cuando sepan decir “dous servesas, por
favor). ¿Que has estado poniendo copas en un bar, pues porque no va a colar
decir que eres gestor de bebidas espirituosas y psicólogo emocional de personas
con problemas de dependencia? O si eres el encargado de animar el cotarro con
tus colegas y perder el tiempo con el teléfono, pues haces como Luciano y te
conviertes en administrador… de grupos de WhatsAapp… Tócate los huevos
Mariloli.
De los 30 a los 40
Si no tienes pareja, mentirás para
conseguir una. Si la tienes, también mentirás. ¡Qué guapa/o estás con este
vestido/traje! ¿Que si te hace gorda ese pantalón? A ti no te hace gorda nada. ¡Estás
estupenda! Si sigue preguntando, mejor corre porque ya no habrá salida. Pues
claro que no pasa nada cariño. Eso le pasa a cualquiera. La barriguita te hace
más atractivo y me encanta cómo te peinas para taparte el cartón.
Estos ya han pasado la barrera de los
50, pero están hechos el uno para el otro.
40-50
Por mucho que quieras, no estás hecho
un chaval. No te engañes. Puedes comprarte el deportivo descapotable e ir al
gimnasio, que tendrás más lesiones que el Rey Juan Carlos. Y vosotras, no os
riáis, que también tenéis lo vuestro. Que muchas estáis más guapas, pero
también os da por el gimnasio y no necesitas gafas para ver… de cerca… o de
lejos. ¿No ves que no ves?
De los 50 a los 60
¿Mi hija? La más lista. Pues mi hijo
el más inteligente de la empresa. Le van a hacer gestor de bebidas espirituosas
y psicólogo emocional de personas con problemas de dependencia. Como te lo
cuento. Lo que pasa es que este tipo de mentiras, se convierten en… “- ¿Tu
hijo? Pero si siempre fue un vago. -Pues tu hija lo único que hizo en la
universidad fue dedicarse a fumar porros, que me lo ha dicho mi hijo… -Nunca
debí dejar que mi hija se mezclara con una familia como la vuestra”. Y no
suelen terminar nunca bien.
De los 60 en adelante
Aquí ya te da igual todo. Señoras que
te dicen que ya no están para esos trotes, son las primeras que verás trotar
para colarse en el súper. Señores que te dicen que no estaban dormidos después
de dormir durante 2 horas.
Algunos diréis que faltan mentiras
como el no te va a doler, 5 minutos y estoy, te iba a llamar ahora, no vuelvo a
beber, perdí tu número de teléfono, el lunes empiezo la dieta, es para un
amigo, no
es lo que parece, mañana te pago, y otras más que no
pondré porque puede que lo lean niños o personas mayores J. A portarse, bien, y si os portáis
mal, no se lo diré a nadie.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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