Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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El pequeño Tim y otros once personajes que no conocías hasta que les viste en las películas
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Probablemente es uno de los títulos más
largos que haya escrito para un post. Otros, con menos, te escriben un libro de
autoayuda (que son esos libros que escriben los autores para ganar pasta, de
ahí la autoayuda).
Ya os comenté que en el cine hay muchas cosas que no
son verdad. Pero también hay muchas que son ciertas y que nos han servido para conocer a
algunos personajes que, al menos, en mi barrio, no existían (también es verdad
que mucha gente de mi barrio no salía en las películas y seguro que dan para
una trilogía).
Vamos con estos personajes que no puedes
encontrar en tu barrio pero que tuviste el placer de conocer a través de las
películas. (¿Véis? Siempre puede haber alguien que alargue las cosas. Y no
hablo del “yesestender”)
El pequeño Tim
Tampoco hay que tomarse las cosas al pie
de la letra. Puede que no fuera tan pequeño, ni se llamara Tim. Probablemente
es gordito, o tiene gafas, pero lo que está claro es que juega al béisbol. Mal,
pero lo intenta. Y para una vez que da a la pelota con el palo (en las pelis
dicen batear), su padre no está allí para ver cómo pasa de ser un “luser” (pringado decíamos en el barrio)
a convertirse en el chico más popular. Y todos los del equipo, que hasta
entonces no le hacían ni puñetero caso, ahora le vitorean (que viene a ser
gritar y decir Guau Tim, eres el mejor). Pero Tim está triste porque su padre
se lo ha perdido... Tampoco es para que os lo toméis a la tremenda. Tim era un paquete. ¿Cómo iba a pensar el padre que iba a acertar?
El profesional de
deportes raros
En España poca gente se dedica al rugby
con hombreras o a dar a la pelota con un palo (hay versión de gente vestida del
PP, que juegan al golf, y otros que van en pijama para jugar al béisbol). Pues
resulta que en otros sitios sí que juegan. Y se ganan la vida con eso. Y
siempre ganan la Copa Intercontinental del Mundo o la Liga Interestatal de
Carreteras, o algo así. Y suelen ser fuertes, y altos y delgados como su madre…
Bueno, todos, todos no.
La animadora
Que a los señores esos tan grandes y tan
altos les hace falta que les animen. Y no vale cualquiera, no. Tienen que ser
jóvenes, guapas, que sepan pegar brincos, y decir dame una A, una Y, una Ñ (en Cifras y Letras íbamos a ir muy jodíos). Y además llevar minifaldas o pantalones muy
ajustaditos, y pompones… Se conoce que eran imprescindibles porque también han
llegado hasta aquí. A mi barrio, todavía no, pero todo se andará. ¡Adelante Cheerleaders!
El club de ajedrez o
de poesía o de … malditos tíos raros
¿Pues no van en los colegios y tienen
club de debate? ¿O de aprender a deletrear palabras largas y en extranjero?
Algunos incluso juegan al ajedrez. Y es que en las pelis, si no eres popular,
animadora y tienes gafas y te ponen jerseys de los que pican, estás
predestinado a ser de un club de gente rara. Son esos niños que salen en las
pelis con aparatos en los dientes, pantalones de tergal (no llevan vaqueros),
jerseys de pico con rombos (¿o es de rombos con pico?), guantes de lana y cara
de panoli (los granos y espinillas van de serie).
No hay butaneros,
pero hay lecheros
En las películas extranjeras no salen
butaneros. Debe ser que no hay gas butano fuera de España… o sí hay, pero no
salen en las pelis. Pero “sin en cambio” (que bonita expresión para dejar de
utilizarla) hay lecheros. En mi barrio tenías que ir tú a por la leche. ¿Qué es
eso de que venga un señor a traerte las cosas a casa? Porque pasa lo que pasa,
aquí, en América y en la China Popular…
La última vez me invitó a entrar, Mrs. Jones – Lo siento Joe,
pero eso era cuando bebía vodka
El vendedor de
coches
En mi barrio no había vendedores de
coches. Bueno, sí que los había, pero no eran como los de las películas. En las
pelis igual te venden un Cadillac del 54, que un Chevy del 67 o un Pontiac a
estrenar. En mi barrio también iban por números, pero era distinto. Un 127 o un
R5. Y los vendedores no llevaban sombreros de cowboy, ni decían ¡Qué me aspen! o Córcholís y otras cosas
que dicen los señores que llevan gorros de vaquero. Ni tampoco tienen la tienda
de coches llena de globos, ni ponen los precios en los cristales del coche, que
luego no hay quien lo borre y todo el mundo sabe lo que te ha costado tu
vehículo. Y luego ni papeles, ni nada, te dan las llaves y santas pascuas.
Los reyes del baile
Mira que ahora tenemos reyes y reinas en
España. 4 nada menos. Pues rey y reina del baile no hay. Ni siquiera en los
años del ballet zoom. Tampoco había fiesta de graduación. Ni los niños se
visten con trajes de señor que se casa, ni las niñas con vestidos como los de
sevillana pero sin volantes ni lunares. Tampoco tomamos ponche ni zumo de
jengibre. ¡Qué envidia! O no… Total sólo ganaba una pareja y casi siempre eran
los mismos. Mary Jane, la jefa de las animadoras y Tommy, el capitán del equipo
de los Broncos de Grizzlies de Sunnyvalle. O si no, ganaba la niña protagonista
de la peli y Mary Jane quería arrastrarle de los pelos. Y todos bailan tal que
así. Aunque estos se graduaron hace muchos, muchos años, incluso antes de la
película.
El ayudante del
sheriff del condado
Sheriff no había en mi barrio. Ni
condados. Ni gente con pistolas. Bueno, eso, a lo mejor sí, que había algún
chungo, pero no la enseñaba. Y como no había “chérif”, tampoco había ayudante. Y
no penséis que sólo hay sheriff en las pelis del oeste. En las que no son de
señores con gorros vaqueros, también los hay, y siempre tienen movida con la
CIA y con el FBI y con otros condados. Y es que estos señores no se ponen casi
nunca de acuerdo entre ellos. Y los malos, mientras, se les escapan.
El conserje “salao”
Conserjes sí que había, pero simpáticos,
lo que se dice simpáticos, sólo en las películas. ¿Qué la protagonista se ponía
a llorar y se le caían los mocos? Ahí estaba el conserje del hotel, casi
siempre de color (el conserje, bueno y el hotel también), para sacar el pañuelo.
Antes de que necesitaran un taxi, ahí está el conserje para silbar (¡Qué bien
silban los conserjes de las películas!) y aparecer el taxista. Quieres ir al
mejor restaurante? Ellos te dicen dónde ir, llaman, hacen la reserva… Haz eso
en Madrid, que ni silba el conserje, ni llega el taxi, te mandan a un “Burrikin”
y a la protagonista se le caen los mocos sin un mal pañuelo que llevarse a la
nariz.
El niño de los
periódicos
¿Tú has visto en España algún niño en
bici repartiendo periódicos? Yo he visto alguno llevándoselo (sin pagar ni
nada) los periódicos del kiosko y luego cogiendo la bicicleta, pero no es lo
mismo. Los niños iban por las casas (que son todas iguales en todas partes de
todas las ciudades de todos los Estados de los Estados Unidos) y tiran el
periódico al jardín con el césped recién cortado porque le ha tocado al
pringado de Tim. El mismo que no sabía jugar al béisbol.
Pastor
Americano
No, no es una raza de perros ni tiene nada que ver con César Millán. Dios me libre de faltarle el respeto a los reverendos o pastores y este tipo de señores y a su religión
cualquiera que sea. Apostólicos, Romanos, Mormones, Episcopalianos, Luteranos,
Cristianos, Ronaldos. Hay cientos de miles de millones. Y me parece bien. En la
variedad está el gusto. Y algunos hasta tienen reverendas y pastoras. Mejor
todavía. Y hay predicadores que salen en la tele, y hasta se casan. Con otra
gente. Que si se casaran entre ellos, también me parecería bien.
¿A qué piso va?
Eso sí que era un curro. Todo el día
subiendo y bajando. 8 horas sin parar. Pimpam, pimpam. Y nunca una mala cara.
¿Que quiere ir al piso 55? El ascensoristo o ascensorista (dependiendo del
género) siempre presto a darle al botón. Porque claro, los que se suben al
ascensor, no saben darle al botón ellos solos. En mi barrio, el piso más alto
era el 6º. Teníamos ascensor, pero no señor que le diera a los botones.
Teníamos que hacerlo nosotros. Por eso hay tanto paro. Si hubiera gente para
traerte la leche, ayudantes del sheriff, animadoras… otro gallo nos cantaría.
¿Se os ocurre alguno
más? Por cierto, no valen los Papá Noeles, también los tenemos aquí, y a los
Reyes (que se me había olvidado contar a los Magos).
¡Feliz
Navidad amiguitos!
PD: Si la semana que viene, no hay post, no vayáis a llamar a la poli ni nada. Seguramente no me haya dado tiempo a escribir en el blog con esto de celebrar cosas con la familia y amigos.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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