Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Nicolás y yo. Nicolás es pequeño, peludo, suave...
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No os lo vais a
creer, pero me ha llegado una carta de Francisco Nicolás Gómez Iglesias. Una
carta de las de verdad. De las que llevan sello y un señor cartero la mete en el buzón. El buzón es eso que se abre con la llave pequeña… Ese sitio en el que
siempre hay folletos con comida china y pizza (folletos también, no pienses que
te entregan la comida allí), extractos del banco, publicidad y alguna factura
de Doña María del Carmen Rodríguez González (siempre se equivocan y lo meten en
mi buzón).
Es probable que no sepáis
quién es el tal Francisco Nicolás, pero sólo si no vivís en España o sois de otro
planeta. En caso de que alguno
leáis el blog desde otro país o planeta, en este link
podéis saber algo más de él. ¿Qué por qué recibo una carta suya? Pues aquí
viene la parte misteriosa.
Me pone en
conocimiento (sí, es un poco redicho el jovenzuelo) que en el caso de que
escribiera en el blog Un Cigarrito y a la Cama sobre él, se verá en la
obligación (como si no tuviera más remedio) de llevarme ante los tribunales por
vulneración de su derecho al honor e intimidad y propia imagen. A continuación
indica los artículos de una ley orgánica con su introducción, capítulos,
disposiciones derogatorias y demás cosas que tienen las leyes orgánicas que no
os adjunto porque son muy aburridas y no os quiero hacer perder el tiempo. Como
no entendí nada de lo que ponía, llamé al teléfono que tenía en el membrete
(que no es un miembro pequeño, sino la información impresa en el papel de la
carta).
¿Queréis que os
cuente cómo ha ido la conversación? Pues vamos allá.
Como os iba contando,
llamé al teléfono y saltó un contestador. “Si
eres el Rey Juan Carlos I marca 1, si eres el rey Felipe VI marca el 2, si
queréis invitarme a una coronación, marca el 3, si quieres que te consiga una
reunión con alguien importante marca el 4, si eres del CNI, marca el número
privado, si llamas por la carta sobre mi derecho al honor, marca el 5”.
Marqué el 5 y comenzó
a sonar una canción que me resultaba familiar. Pero de esos familiares que no
quieres ver. Cuando ya estaba a punto de colgar (o colgarme, con la jodía
canción), al otro lado del teléfono escuché la voz del joven Francisco Nicolás.
Melodía del teléfono de Francisco Nicolás
Muy educadamente le
pregunté el motivo de su carta.
YO:
¡Tú! ¡Carajaula! ¿Qué es eso de que me vas a llevar ante los tribunales si
escribo sobre ti? ¿Quién eres tú para prohibirme nada? ¿Y cómo has conseguido
mi dirección?
ÉL:
Perdón, puedo saber su nombre para dirigirme a usted.
YO:
¡Mira pringao! (cuando estoy enfadado me sale el barrio que llevo dentro). No
me cabrees con la técnica de las operadoras telefónicas y estés 10 minutos
llamándome Don José Javier, porque eso sí que no.
ÉL:
Por favor, cálmese, Don José Javier.
YO:
Te he preguntado que cómo tienes mi dirección.
ÉL:
Tengo todos sus datos. En mi condición de espía, no puedo revelarle cómo, cuento
con los datos de todos y cada uno de los ciudadanos europeos. Si quisiera,
también podría conseguir, con una sola llamada, el contacto de cualquier
individuo en el mundo.
YO:
No me jodas. Lo tuyo es de traca, chaval. El pequeño Nicolás ¿Espía?
ÉL:
Le agradecería que no me tuteara y no me llamara pequeño Nicolás. Mi nombre en
clave es Colás, Ni Colás.
YO
(escapándoseme una carcajada): Lo que tú digas. Y ahora me explicas, perdón, me
explicaría, qué es eso de llevarme a los tribunales, el derecho al honor y
todas esas chorradas que has cosas que hay escritas en la carta.
ÉL:
Desde el Centro, he dado orden a mis secretarias de hacer llegar una carta a todos
los periodistas, escritores y a los que tienen un blog (noto un cierto desdén en su voz al decir blog) que han escrito o
van a escribir sobre mí. Como medida cautelar y en prueba de mi buena voluntad,
sólo estoy advirtiendo de lo que puede pasar si vulneran mi honor.
YO:
Vienes, viene… Mira, no me sale llamarte de usted. ¿Me escribes para
decir que no puedo hablar de ti? ¿Tú quién te crees que eres?
ÉL:
No es cuestión de quién me crea yo. Tengo contactos y podría, con una sola
llamada, hacer que desaparezca de la faz de la tierra. Estoy más que harto de
ser el ping-pong de todo el mundo.
YO:
Muchas cosas haces tú con una sola llamada. Y querrás decir el pim-pam-pum.
Pero macho, es que se lo estás poniendo a huevo a todo el mundo con las cosas
que dices.
ÉL:
Jamás he dicho una mentira. No entiendo esta campaña mediática en mi contra.
YO:
¿Quieres decir que de verdad piensas que eres espía?
ÉL:
No me lo creo. Soy miembro del CNI. Cuento con el apoyo de la Corona… Bueno, Doña
Letizia me mira con recelo, pero Su Majestad Don Juan Carlos y Don Felipe me
tratan como a un hijo, y hermano respectivamente. Una vez tomé la merienda con
las infantas y me he quedado un par de noches cuidando de la mayor cuando sus
padres han tenido que asistir a algún evento.
YO:
¿Te han dejado sólo con Leonor?
ÉL:
Con Leonor no, con la infanta Elena. Leonor es la actual Princesa de Asturias. ¿De
verdad es usted español?
YO:
¡Perdón! (tratando de aguantar la risa). Tienes razón. Entonces, ¿es verdad que
conoces a toda la familia?
ÉL:
Claro, ¿Quiere que le mande una foto mía con toda la familia Real? Claro está, si
no la utiliza con fines espurios. Pipe… perdón Don Felipe, la va a utilizar en
el Christmas de este año.
YO:
Deja, no es necesario. No quiero que tengas problemas con Pipe.
ÉL:
Cree que no digo la verdad. Se está riendo de mí.
YO:
Ni mucho menos. Claro que te creo. Cuéntame cómo es Aznar.
ÉL:
Al principio nos llevábamos muy bien. Ibamos al gym y yo le sujetaba las
piernas mientras hacía abdominales, pero luego se le subió a la cabeza el tema
de los musculitos… Ana es mucho más maja. Es ideal. Me prepara unos Cola-Caos
fresquitos que quitan el sentido, sin grumos ni nada, que no sé cómo lo
consigue. Siempre estoy de servicio y no puedo tomar alcohol. Estudiamos inglés
en su casa. Tenemos el mismo profesor particular, aunque yo hablo mejor.
YO:
¿Hablas inglés? He leído que no se te dan muy bien los estudios.
ÉL:
Claro que hablo inglés. Y francés, y portugués. El alemán lo tengo un poco
olvidado, pero tendré que ponerme al día para hablar con Angela en las
reuniones.
YO:
Merkel, claro.
ÉL:
Sí. Perdón. ¿Le puedo tutear?
YO:
Por favor.
ÉL:
Angela está por mí. Le gusto. Me lo ha dicho. Bueno, en alemán. Se dice Ich
liebe dich. Pero yo estoy enamorado de Isabel.
YO:
¿Pantoja?
ÉL:
¿Se está usted riendo de mí? Mire que cuelgo inmediatamente. Tengo un acto con
Cristiano Ronaldo y Messi y ya voy tarde.
YO:
No, no. Perdón, no sé a qué Isabel te refieres.
ÉL:
Puede que la conozcas por el apodo que se ha publicado en la prensa. La
Pechotes. Odio que mancillen su nombre de esa manera.
Colás (El pequeño Nicolás) con Isabel (La
Pechotes)
YO:
He visto fotos de la chica. Una joven muy guapa. Pero, ¿Es tu novia?
ÉL:
Ya me gustaría. No es mi novia. Hay gente que dice que soy un Compramirindas.
YO:
Será Pagafantas… Con el debido respeto.
ÉL:
(Riendo) Claro, es que no estoy al tanto del lenguaje de los jóvenes. Como te
iba diciendo. Somos medio novios. Yo quiero, pero ella no está por la labor. Le
gustan los chicos más fornidos. Nada que no pueda solucionar ejercitándome en
el gimnasio del Centro.
YO:
Pero ahora, con lo popular que eres, no tendrás problema con las chicas.
ÉL:
No crea. Las chicas se asustan de mi inteligencia. Cuando les cuento cosas
sobre mi trabajo, las que me permite el secreto profesional, noto en su mirada
cierto aire de incredulidad.
YO:
Ahora que sales en la tele, va a ser más fácil.
ÉL:
Es algo secundario. Ahora debo centrarme en la misión de volver a poner a
España en el lugar que merece y evitar que las hordas comunistas lleguen al
poder y rompan España y… (suena un teléfono). Perdón, suena la línea secreta…
Sí, sí, claro. En un momento estoy allí.
YO:
¿Te encomiendan una nueva misión?
ÉL:
Esto… sí, claro… (Rompe a llorar). Era mi madre. Hay unos señores del CNI en
casa preguntando por mí.
YO:
No te preocupes. Seguro que no es nada y que sólo quieren que les informes del
estado de la misión.
ÉL:
¡Claro! Es eso. Y por cierto. Gracias por escucharme. Si quieres escribir sobre
mí, tienes mi beneplácito. Eres una buena persona. Siento dejarte, pero tengo
que informar a mis superiores.
Y ésta, amiguitos, es la
conversación que mantuve con uno de los personajes más buscados en España… ¡Perdón!
Un momento que me suena el teléfono…
¡Qué raro! Era un
señor que preguntaba por Nicolás. Dice que lo siente mucho, que se ha
equivocado y que no volverá a ocurrir.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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