Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Hospitales hospitalarios
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¿Los hospitales son
hospitalarios? Yo creo que no. No me resultan lugares demasiado agradables y
acogedores, ni siquiera para los enfermos. Si te dieran a elegir un lugar al
que ir, voluntariamente, no creo que estuviera en los primeros puestos de la
guía “Loli” Planet.
Por motivos ajenos a
mi voluntad, estas Navidades he pasado más tiempo del que me hubiera gustado en
el hospital. Realmente no querría haber pasado ni 5 minutos, pero es que mi
suegro, que también estaba en el hospital por motivos ajenos a su voluntad, nos
había dado un pequeño susto.
Como seguro que
alguien pregunta, os diré que ya está en casa dando guerra (en la suya. Me
refiero en su casa, no en su guerra). ¡Gracias por preguntar! Para que luego se
lleven la fama las suegras. (Mejor voy a acabar este párrafo, antes de que diga
algo que pueda utilizarse en mi contra. Un beso a mi suegro que me estará
escuchando).
Como no hay bien que
venga por mal sitio…Quiero decir que No hay quién no venga haciendo el mal pero
bien… (Siempre he sido muy malo con los refranes y me estoy liando). Lo que
quiero decir es que como he estado bastantes días allí, pues me ha dado tiempo
a escribir sobre algunas cosas que tienen que ver con los hospitales. Vamos
allá.
Los pacientes
En
un hospital, y más si están ingresados, se les suele reconocer por tener cara
de enfermos e ir ataviados con un pijama, o camisón y una bata. No confundir
con el que tiene mala cara y no lleva bata. Estos son los que tienen que pagar
la factura del hospital (El caso que nos ocupa es uno privado). Si no están
ingresados, ya es más difícil de adivinar, aunque hay casos claros. Por
ejemplo, tú ves al marido de Alaska en un hospital y sabes seguro que no es un
cirujano, ni un enfermero. Pensarías que no está muy bien (y seguro que
aciertas).
Por
si no le conocéis, este es Mario Vaquerizo, marido de Alaska.
No
sé si este año ya no se llevan, pero no he visto a ningún paciente con el
modelo de bata “ojo que te veo” (de escote muy pronunciado). He aquí un
modelito.
Las enfermeras
Hay
películas en las que hay chicas que se hacen pasar por enfermeras. Te darás
cuenta de que no lo son porque llevan trajes que no son de su talla. Siempre
les queda el vestido muy corto. ¿A quién pretenderán engañar?
Para
distinguir a las enfermeras de verdad, aquí os dejo unas pistas. Son las que
entran en la habitación y suelen decir ¡Buenos días! (si es por la mañana), por
la tarde, dicen buenas tardes, y por la noche no dicen nada para que los
enfermos puedan dormir. Si con esto no aciertas… yo ya no puedo hacer mucho
más. Tenéis que poner un poquito de vuestra parte. ¡Jolín! (por si leéis en
horario infantil).
Si
mide 2 metros, tiene barba y saluda a todo el mundo, puede que sea un
enfermero…. O el Príncipe Felipe. Últimamente se pasa más tiempo visitando a su
padre que en casa (en la suya. Además de pagarle el sueldo, no le vamos a tener
durmiendo con nosotros).
Los médicos
Cada
vez es más difícil distinguirles. Antes eran señores muy mayores, con bata, que
escribían muy malamente y que solían meterte un palo (sin helado ni nada) por
la boca. Ahora ni bata, ni palo (no es que lo eche de menos). Seguro que escriben en el ordenador y la
mayoría son muy jóvenes. Yo creo que se camuflan para que la gente no les
pregunte.
¿A qué huelen los hospitales?
No
es que conozca muchos hospitales, pero todos huelen igual. No me preguntes a
qué, pero es un olor característico. Es como… es una sensación como si… Ni puta
idea y además ¿No te he dicho que no me preguntes? (Si es que al final, me
tengo que cabrear y todo).
La comida
Las
enfermeras te regañan si no te lo comes todo. Bueno, sólo a los enfermos. A los
acompañantes no. Si estás por la calle y no te terminas tu bocadillo y te ve
una enfermera, seguro que tampoco te dice nada. En un restaurante, creo que
tampoco. Pero tienen un genio que… Pero es que comerte de primero la verdura
hervida, el pescadito sin sal… Y de postre yogur de agua caliente…
¿Por qué tanto calor?
A
los 10 minutos de estar en el hospital te cambiarías por el enfermo. Matarías
por poder quedarte en bata (aunque fuera el modelo del escote pronunciado).
¿Porque están todos los hospitales a 40ºC? Luego dicen que las enfermeras llevan ropa
provocativa…
¡Ofú
que caló!
La cama Lego
Yo
no sé a vosotros, pero yo es ver una cama de esas articuladas y me dan ganas de
tocar los botones (hasta desarticularlas). Con enfermo encima o no. No lo puedo
evitar. Es como ver el papel burbuja de embalar y no explotar un par de
ellas.
Los cables
Nunca
me ha dado demasiado impresión el tema de las agujas, pero ver a alguien conectado
a tanto cable sí que me da un poco de mal rollo. El oxígeno, el suero, 100 miligramos
de inmunoglobulina, empurión en fascículos, 20 mililitros de janderklander y un
chupito de bisolvón on the rocks. Me parece que tengo que dejar de ver tantas
series de hospitales: Anatomía de House, Hospital de Urgencias…
Los putos pasillos
¿Nunca
te has perdido en un hospital? Eso es que lo has probado poco. Todo buen hospital
tiene que tener al menos 3 millones de pasillos de miles de kilómetros cada
uno. Hay gente que fue a visitar a un familiar el año pasado y aún sigue buscando
la habitación (se alimenta de verdura hervida y pescado sin sal). Lo bueno de
los pasillos es que puedes hacer amigos y es un lugar de encuentro para hablar
de las dolencias de cada uno.
Las
visitas
Algo
bueno tenía que tener el pasar tiempo en el hospital (como “acompañaor”). Ves a
toda la familia. El enfermo es el que no está tan contento. Ahí le tienes con
carita de “¿Me dejarán descansar en algún momento?”, pero oye… ¡No haberte
puesto malo!
Algunos
momentos, la habitación tenía el mismo aspecto.
Hay muchas otras
cosas que llaman la atención, como las teles con hucha (las utilizan para
guardar el dinero de los de la habitación), la conexión WiFi del hospital (ya
que vas a estar tiempo allí, al menos poder enviar “guasas” a los colegas y
poner qué te duele en el “feisbu”) y los periodistas y paparazzi a la puerta
del hospital (¿En el vuestro no?). No estoy muy seguro, pero creo que suele
haber gente más famosa que yo en el hospital del que os hablo.
Espero que os hayáis
hecho una idea de qué encontrar en un hospital y si podéis evitarlos mucho
mejor… ¡Pero id a visitar a vuestros familiares!
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
¡Cuánta razón tienes, Javier! ¡Marditos roedo... digo, hospitales! Aunque, en el fondo, si te curan... Besotes a ti y tu suegro.
ResponderEliminarIsabel