Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Yes I can
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-
O
sería mejor decir, Yes I could. ¡Lo conseguí! ¡Lo he dejado!
¡No
jodas!
¿En
serio?
¿Qué
tal lo llevas?
¡Me
alegro un montón!
¿Cómo
lo has hecho?
¡No
puede ser!
¿Ves
como podías?
¡Bien!
¿Te
ha costado mucho?
Algunas
de estas frases, o todas a la vez, son las que llevo escuchando desde hace más
de un mes. Exactamente desde el mismo día que decidí contarle a mi familia,
amigos y conocidos (sin usar Facebook, Twitter o cualquier otra red social) que
lo había conseguido. ¡He desinstalado Candy Crushdel
teléfono!
¿Qué?
¿Cómo se te ha quedado el cuerpo? Esto sí que no lo esperabas. Fuerza de
voluntad que se llama. Envidia ¿eh? Yo solito. Sin ayuda ni nada. Ni sesiones
de hipnosis, libros de autoayuda, ni medicamentos, sin parches, sin alcohol,
sin aditivos. Así a pelo. Pasaré unos días en un centro de rehabilitación, y en
breve estaré con vosotros de nuevo.
Vale.
No sabes, y te da exactamente igual, qué cojones es Candy Crush. Pues es un
juego que… (¡Coño! Poned algo de vuestra parte y buscadlo en Google. O también mirad
el link de arriba y ya de paso, le echáis un ojo a esta noticia).
Si notáis que estoy un poco más irritable que de costumbre, puede ser porque he
dejado de fumar, y seguro que algo influye.
Sí
amigos, dos éxitos al precio de uno. Ya, ya sé que no tiene nada que ver una
cosa con la otra. Ni punto de comparación. No os podéis imaginar lo difícil que
es dejar algo que llevas mucho tiempo haciendo y en lo que piensas a todas
horas. Te levantas pensando en este jodío vicio. Tienes un rato libre y lo
dedicas a esta adicción. Vuelves a mirar el reloj para ver cuánto ha pasado
desde la última vez… toda tu vida gira en torno a esto. No quieres dejarlo. Sudores
fríos, temblores, ansiedad….y además, también está lo del tabaco.
Como
de Candy Crush ya han escrito los de El País, os cuento algo más sobre “lo del
tabaco”.
36,
650, 144,
No, no es la combinación de una
caja fuerte, ni los números de la lotería primitiva, ni las medidas de la Duquesa
de Alba… (Aunque pensándolo bien podría ser. 36 de pecho a la altura del pecho,
650 de cintura contando el pecho, 144 de cadera…).
Estos números son: 36 días que
llevo sin fumar, 650 cigarros que no he fumado (¡Qué poético! Esta frase podría
servir para una canción de Pablo Alborán) y 144 euros que he ahorrado desde que
lo dejé. Ya sabéis que soy muy malo con los números. Tengo un programa en el
móvil que me lo dice… Pero no, no estoy obsesionado con ello.
Más
numeritos
Cuando decidí dejar de fumar,
pero de verdad (no valía eso de: “a ver si lo dejo”), me puse a hacer números.
Seguramente no sean del todo correctos, pero esto es lo que me salió teniendo
en cuenta que llevo fumando desde hace casi 30 años. ¡Jodó!
DINERO
GASTADO: Un
cojón de las antiguas pesetas y la hostia puta en euros (no sé a cuanto está el
cambio exactamente). Me daría, más o menos, para regalaros un montón de vidas
del Candy Crush a todos los españoles y portugueses... (para los brasileños ya
no, que son muchos).
NUMERO
DE CIGARRILLOS FUMADOS:
Pffff. Ni a Julio Iglesias le hubiera dado tiempo a fumarse tantos después de…
y mira que Julito ha tenido “después des”.
TIEMPO
EMPLEADO EN FUMAR:
El mismo que lleva Rajoy dando por saco al personal… una eternidad.
Podríamos sacar más
estadísticas, pero todas serían igual de inútiles… Os avisé que era muy malo
con los números.
¿Por
qué?
¿Por qué lo he dejado? ¿Por qué
no lo he dicho antes? ¿Por qué ahora? ¿No os parece que son demasiadas
preguntas? ¿Y además, no sabéis que los que dejamos de fumar se nos agría un
poco el carácter? Mira Fernando Fernán Gómez.
¿Y
qué tal lo llevas?
Muy bien. De verdad. No me
acuerdo del tabaco en ningún momento. Termino de comer, y no me apetece un
cigarro. ¿Un cafetito? Y tampoco me acuerdo.
¿Veo a mis amigos fumar? Y nada, no me fumaría ninguno ¿Me voy a la
cama? ¡A LA MIERDA! ¿A quién quiero
engañar? Claro que me acuerdo, pero….. (tiempo
para respirar profundamente), lo llevo bien.
¿Cómo?
Para que una noticia sea
completa debe responder a estas 5 preguntas ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?
El qué, quién, cuándo ya lo sabéis. Dónde, da un poco igual en este caso. Lo
importante es el cómo. Pues ahora voy y no contesto si no es en presencia de mi
abogado… Ya hablando en serio. Lo importante es querer dejarlo. Si quieres, ya
tienes la mayor parte del camino, pero ya sabes, la fama cuesta.
Algunos
os estaréis preguntando (no tengo ninguna duda de todos los que me leéis sois
más listos que el hambre), si voy a cambiar el nombre al blog. ¿Y ahora que no
hay cigarrito va a ser “Y a la Cama”?
Vamos a dejarlo como está. Si se llamara así, parecería el blog de Julio
Iglesias. Aunque no creo que este hombre pierda el tiempo en escribir lo que
hace en la cama. Julito hace las cosas, o no las hace.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
¡Bravo, Javier! ¡Mucho ánimo! ¡Tú eres fuerte! ¡Adelante!
ResponderEliminarBesotes,
Isabel
Gracias Isabel! Sigo fuerte, aunque cuesta.
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