Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Cifras y letras



Los que somos de letras siempre tenemos una excusa cuando no nos sabemos la tabla de multiplicar. 

-¿Seis por Siete?
-  Y tú con cara de haber descubierto la fórmula de la Coca-Cola respondes: ¡37!
-¿Cómo?
-Jodé tío, es que yo soy de letras. 

¿Os imagináis un profe de matemáticas haciendo la siguiente pregunta en un examen? (a lo mejor no hace falta tanta imaginación):

-“Hun tren zale de Sebilla acia Varcelona a 100 kilométros por ora.”
- Macho, vigila, la ortografía
- Es que yo soy de números

Ahora no voy a entrar de quién es la culpa, pero seguro que Zapatero o Rajoy no andan muy lejos.  En mi caso, que soy de letras odio los números.  Y creo que es por descarte y por vaguería. Letras hay ¿25? ¿28?, no lo tengo claro, pero pocas comparadas con tanto número que a veces tiende a infinito. Las letras pueden ser finitas si las escribes con bic naranja (no no voy a decir lo de bic cristal porque se notaría demasiado que tengo más años que la peluca de Sara Montiel). Si hasta los romanos que eran listos como ellos solos escribían con letras. Uve, palito, palito  VII=7. Si no es tan complicado.


Lo malo es que en muchas ocasiones, muchas más de las que puedes pensar, no te queda más remedio que utilizar los números.  Para llamar por teléfono, la tarjeta del crédito, el pin, tarjeta de Seguridad Social, contraseñas para todo lo que utilizamos en Internet, los numeritos que montan los políticos y pagar las letras del banco (qué irónico ¿no?).

¿Os acordáis de cuando nos acórdabamos (a lo mejor tampoco soy tan bueno con las letras) de los números de teléfono?  Yo aún me sé de memoria los números de mis amigos.  Bueno, el número de la casa de los padres de mis amigos. Incluso de amigos de la infancia. Ahora, no es broma, no me sé ni el teléfono de casa.  Pierdo el móvil y sólo sabría llamar al 091 (jodó, aquí ya se me ha visto la edad). Yo creo que el cerebro (el de otros) es “múlisto” y dice. ¿Para qué voy a guardar esta información que ya está apuntada en otro sitio?  También es verdad que antes sólo tenías que acordarte de 7 números (y el 91 delante si llamabas desde fuera de Madrid) y en algunos casos de menos. Los teléfonos de Tres Cantos empezaban por 803 y nos aprendíamos los otros cuatro restantes… y aún así, tampoco era fácil (había más de 3 millones de combinaciones… ¿o no son tantas?)

¿Y las contraseñas?  Sin exagerar, utilizo más de 20. Exagerando más de dos millones, pero tampoco es plan de sacar la vena andaluza.  Suelo utilizar un patrón en el que utilizo letras mayúsculas y “midrúsculas”, números, signos, un rabo de tritón irisado y sangre de murciélago pirenáico (aquí me he pasado. No hace falta que sea de los Pirineos, basta con que vuele).

Lo feliz que era de pequeño cuando no tenía más que aprenderme las cuatro reglas, cinco si contamos la regla de tres, que los libros tenían las páginas numeradas y el dorsal de los jugadores de fútbol, del 1 al 15. Luego vinieron los señores del Marketing (que todo lo hacen para complicar la vida al resto de los mortales) y los de la NBA a poner números del 1 al 100 en las camisetas.  ¿Paqué? Para joder a los de letras, no hay duda.

Luego ya se van complicando las cosas y tienes que aprender las raíces cuadradas, las permutaciones de 10 elementos cuando n tiende en la terraza, el conjunto vacío (algo así como Milli Vanilli), etc.  Y otra vez me vuelvo a preguntar.  ¿Y todo esto para qué? Si luego suelo usar la regla de tres, la suma con los dedos y poco más.  ¡Qué puta obsesión con encontrar la X!.  Si ya sé dónde está, y luego la encuentras y cada vez vale una cantidad distinta. Todo por joder.


También estaba lo del tren que sale de cualquier ciudad, que solía ser Barcelona, y el otro tren, que podía partir desde Cádiz y había que calcular dónde se encontrarían. Ahora con el “Internez” todo es mucho más fácil.  Te vas a la web de Renfe y lo miras (y si te funciona me dices. Serías el primero en conseguir ver algo en esa puta web).  O lo de tiro un proyectil con una inclinación de X grados.  ¿No te han dicho que tirar cosas está muy feo? Pues no hay más que hablar.

Lo más parecido a los números que necesito en el trabajo es mi querido (por los cojones) Excel.  Dicen que se ha creado para facilitarnos la vida, pero yo no paso de la autosuma y del promedio. Todo lo demás no vale para nada.  ¿Para qué quiero saber el coseno, la hipotenusa y demás puñetas?  Lo de hallar el seno tiene su explicación (el humor cacaculopedopis nunca me ha ido demasiado, ¡Qué coño! TETAS), pero aparte de para mejorar tus habilidades sexuales y saber qué estás tocando, no se me ocurre para qué otra cosa puede servir. Lo de la tangente, para un político, también está bien, ya sabes por dónde salirte.

Y si hay un ejemplo claro de personas que no saben contar son las madres.  Ella te pregunta.  ¿Cuántas “almondigas” quieres? Da igual lo que le contestes que te van a echar X al cuadrado cuando las bolas de carne tienden a salirse del plato.

Yo creo que ya os habéis hecho una idea de mis conocimientos matemáticos. Cero elevado al cubo (que creo que es poco, pero no estoy seguro). Ahora sin más “dilatación”, paso a fumarme, uno y sólo un cigarrito, y ya si eso, me voy a la cama.

Comentarios

  1. Tío yo también me acuerdo de los números de teléfono de mis amigos. Y lo que es más, de la melodía que hacían los tonos al marcar. Los números de ahora me sé algunos pero al no marcarlos cada vez y ligarlos a un sonsoniquete no se me quedan en la memoria, jajaa.

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    1. Eso es porque somos tíos. Tenemos una habilidad especial para acordarnos de gilipolleces :-)

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