Cuando
empecé con el blog mi idea principal era divertirme escribiendo, y si era
posible, sacaros alguna sonrisa. De
momento, primera parte cumplida, me lo paso como un enano, y si además os reís,
pues miel sobre hojuelas (toma topicazo y además ¿Qué coño son las hojuelas?),
Como todo no va ser buen rollito, y además tampoco quiero que os dé un subidón
de azúcar y me demandéis a las autoridades (cada vez menos competentes), hoy
vamos a hablar sobre esas pequeñas cosas que nos cabrean sólo un poquito.
Personalmente
hay muy pocas cosas que me enfaden, pero a medida que te haces mayor cada vez
hay más actitudes, situaciones o cosas que te tocan los huevos que pasamos a
llamar El Efecto Ladilla. A este ritmo
ya me veo en el próximo “rimeik” del “Muppet Show” como uno de los dos
personajes de la imagen (el pelo ya lo voy teniendo igual).
Como hay
tantos efectos ladilla, como personas en el mundo mundial, vamos a hacer una
pequeña selección y las dividiremos tal que así:
En casa
- 9 y media de
la noche suena el teléfono fijo y te dicen: “¿Quién eres?” Contestas: ¿Y tú? Y
cuelgan.
- 21:32
vuelven a llamar, y ni siquiera te dan la opción de mandarles a tomar por saco.
Ya han colgado.
- Señores de
Vodafone, Canal +, El Corte Inglés, Vomistar o cualquier otra empresa que
tengas contratada que te llaman por teléfono para decirte que como eres buen
cliente “de repente” (tal cual) te quieren hacer una oferta que no podrás
rechazar. Aquí es cuando te dan ganas de
cortarle la cabeza a un caballo y metérselo entre las sábanas.
- Te haces un
bocadillo y lo que más te apetece es poner kétchup o mayonesa. Pues nunca hay.
Sin “en cambio”, el día que no quieras ponerte nada, tendrás 20 botes y
variedades de salsas para todo tipo de comida.
- Tienes 200
canales de Televisión y no hay un programa que merezca la pena. Al final te
sorprendes llorando por la muerte de una foca macho en un combate a muerte con
el líder de la manada o viendo una competición de billar a tres bandas en
Kazahstan (o como quiera que se escriba este país del demonio).
- 12 de la
noche. Estás muerto de sueño, tan cansado que te quedas sopinstant en el
sofá. A los 10 minutos te despiertas
sobresaltado, te echas un cigarrito, te lavas los dientes y ya estás listo para
otras 4 horas sin pegar ojo.
En el espacio exterior
- Cine con
1000 butacas y sólo 20 ocupadas. Pues
llega el listo y se sienta a tu lado.
¿No tienes suficiente con 980 asientos libres? ¿Y por qué siempre eres un tío y no una
maciza? Iba a hacer lo mismo. NADA. Pero al menos si no te gusta la peli, te la
montas tú solo (la peli, no a la maciza).
- Vas a un
restaurante. Lees la carta de postres y todo tiene una pinta cojonuda. Al cabo de 10 minutos te decides por esa
tarta de chocolate que has visto a la amable dama de cabellos plateados de la
mesa de al lado, pero ¡Ay mísero de mí, ay infelice! Ya no les queda… ¡Así se
atragante la vieja!
- ¡Qué limpio
está el extranjero! Es que los guiris
(en su país) no tiran las cosas al suelo. La cantidad de papeleras es
directamente proporcional al número de guarros.
- Paso de
cebra. Reduces la velocidad y dejas pasar a un grupo de chavales. ¿No os joden esas personas que van más
despacio y te miran directamente a los ojos como si estuvieras en un duelo a
muerte en una peli del Oeste?
- Estás en el
supermercado. Como siempre, no llevas carro, porque ¿para qué? Si sólo voy a
comprar 200 kilos de cualquier cosa.
Cargado como un mulo con la bolsita reciclada del “carreflur” te diriges
a la caja para efectuar el pago. Siempre
me adelanta una señora mayor que podría pasar perfectamente el casting de la
tía de Norman Bates. Cualquiera le dice
nada, pero te toca la moral.
- Uno de los
efectos ladilla más irritantes es el de: “Huy, no te había visto, si no me
dices nada, paso de largo”. Mamón/a,
llevas caminando de frente desde hace 10 minutos y ¿tienes que bajar la cabeza
cuando te cruzas conmigo? La próxima vez paso de ti y… Nunca pasas porque eres
una persona educada.
- ¿No odiáis a
los que bajan o suben las escaleras para no darte charleta en el ascensor? Yo no. Ellos, se lo pierden. Tendríamos una
conversación inolvidable de 1 minuto sobre la situación meteorológica. Quizá me
enfada un poquito, pero no mucho. Pues no sé yo nada de líneas isobaras,
sensación térmica, el anticiclón de las Azores y los Churrascos del
Cantábrico.
- Entras a un
baño público con la velocidad de quien tiene verdadera necesidad de
miccionar. Otro sale a la misma
velocidad y te pegas el susto de tu vida.
Se te corta no sólo las ganas de mear, sino hasta la respiración.
- Vale, ya te
has pegado el susto y has orinado (¿os dáis cuenta como manejo los
sinónimos?). Sales del baño y te cruzas
con un tío que entra a toda leche.
¿Dónde irá el cabrón con tanta prisa? ¿Pues no va y se asusta de verme?
En el trabajo
- Estás
terminando un documento Excel. Sabes que la fórmula está mal, pero no sabes
cómo arreglarla. Pides ayuda y ese botón que se había ocultado durante más de
una hora, aparece como por arte de magia cuando tu compañero se acerca al PC.
- Vas al baño,
te pegas el susto correspondiente al cruzarte con el compañero que te hace el relevo. Haces aguas menores (I’m on fire! ¡otro
sinónimo!). Vuelves, y el ordenador se ha reiniciado por la puta actualización
de Güindows (El Sistema Operativo, al
Ministro no hay quien le actualice, ni le desinstale).
- El ordenador
no arranca, haces mil pruebas, tocas todos los botones, hasta que alguien te
dice con aire de superioridad ¿Lo has enchufado? Le miras con los ojos
inyectados en sangre, y cuando estás a punto de decirle: “¿Tú te crees que soy
imbécil?”, miras de reojo para ver el cable y respuesta afirmativa. Eres
imbécil, no estaba enchufado.
- Sales de la
oficina y te cruzas con los de la empresa de enfrente. Nunca saludan y si
pueden salen corriendo para no bajar contigo en el ascensor. Con el buen rato
que podríamos pasar hablando del tiempo.
Seguro que
hay mil cosas que te provocan el efecto ladilla, pero tampoco es cuestión de
darle más bola de la necesaria. Vamos a
relajarnos, intentar no enfadarnos demasiado porque es uno de los
propósitos del año que sí quiero cumplir (aunque no lo apunté y seguramente
no pasa nada si no lo cumplo), y ya nos cabrearemos por las cosas que de verdad
tienen importancia.
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