Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

¡Tierra trágame! ó ¡Trágame Tierra!


¿Cuántas veces habéis querido que se os tragara la tierra? A mí me ha pasado alguna que otra vez.  Afortunadamente, no demasiadas, o al menos (el cerebro es muy sabio), se me han olvidado. Seguro que algún cabrón con pintas (que suelen ser mis mejores amigos), me recuerda alguna. Antes de que lo hagan ellos, les ahorro el trabajo y ya las cuento yo. 

Recuerdo una vez estando de vacaciones con amigos en Benidorm (donde el hortera es un señor), hace ya muchos, muchos años, a las tantas de la madrugada (la noche me confunde) me apoyé (en lo que yo creía) la ventanilla de un coche, con la mala suerte de que estaba abierta.  Y con peor suerte, porque el vehículo estaba ocupado por un tío de 2 X 2 que gastaba muy mala hostia.  Entendible (la mala hostia), porque al apoyarme con todo mi peso en una mano, (pesaba algo menos que ahora, no la mano, sino yo todo entero) le metí un galletón en toda la cara al propietario del vehículo.  Lo peor no fue el golpe, sino las risas de los 4 mamones que aún siguen siendo amigos, al ver los “caretos faciales” que pusimos ambos dos (el hostiado y el hostiador).  No sabía dónde meterme, pero la cosa afortunadamente no pasó a mayores (en aquella época tenía un sprint endiablado, seguro que no, pero no me pilló). 

En otra ocasión, y debido a mi vista de lince, me tiré al capó de un 127, intentando hacer la gracia para asustar a un amigo (Sanvi, estás en todas). El susto fue de la señora mayor dueña del coche al ver cómo un ye-yé de mierda se abalanzaba sobre su coche. Tampoco es que yo saliera mejor parado y el susto fue morrocotudo (que palabra más viejuna) al ver que mi amigo se había convertido en una amable ancianita. 



Pero no vengo a hablar de mi libro, sino de situaciones que seguro, nos han pasado a todos.
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  • Hombre, ¡Cuánto tiempo!
¿No os ha pasado que alguien te para por la calle para saludarte efusivamente y no tienes ni idea de quién es?  El caso es que te suena.  Te empieza a preguntar por la familia o amigos supuestamente comunes, y tú intentando acordarte, ya no de su nombre, que no te acordarás nunca, sino de qué conoces a este tipo (casi siempre son tíos, nunca me ha pasado con mujeres).  Empiezas a darle vueltas: ¿La universidad? ¿Antiguo vecino? ¿Aquél garito al que ibas hace años?  ¿Del trabajo?  Intentas salir del paso, pero nada, que no das con ello, y vuelta la burra al trigo.  Qué bien lo pasamos en aquella época ¿verdad? Y tú diciendo, jodó con lo pesado que eres, no creo que lo pasáramos tan bien.
  • ¿Me vas a decir tú a mí que no eres fulano de tal?
Es la versión contraria al Hombre, ¡Cuánto tiempo!  Es este tipo que te encuentra y te dice quién eres (porque se supone que tú no lo sabes). Si hombre, si eres el hijo del X y de la Y.  Y no da una, ni es el nombre de tu padre, ni el de tu madre.  Pero va y te lo discute.  Vale, “patílaperragorda”.  Me contaba un amigo que a su padre le pasó algo parecido.  Se encontró, a un tipo que él creía que era un novillero amigo de la infancia (parece el título de una canción de Serrat), y empezó a pegar pases de pecho y verónicas al desconocido, mientras gritaba, ¡Ehe!, ¡Ehe! ¡Torito! El caso es que al supuesto novillero no le hizo ni puta gracia. (versión algo libre de una historia contada por un amigo que quiere permanecer en el “economato”.  La verdadera película es mucho mejor).
  • Siéntate por favor
Es ese momento en el que te sientes un caballero y le cedes el sitio a una joven que crees en estado de buena esperanza… y la única esperanza es que adelgace 30 o 40 kilos, porque embarazada no está.   También puede pasar con hombres mayores a los que crees que les haces un favor ofreciéndoles tu asiento y te asesinan con una mirada como la que te dedicaría Darth Vader al dudar del poder del lado oscuro si le quitaras la careta. ¿Qué cojones te crees? ¡No quiero sentarme!  Es entonces cuando decides no volver a sentarte en ningún transporte público y esperar a que a otro insensato le ofrezca un asiento a la “embarazada” y al “amable anciano”. 


  • Conversaciones peligrosas
Nunca hables de religión, política o fútbol con alguien al que no conoces suficiente. Es diarrea segura (mucho más que cagada).  Para una vez que defiendes a Rajoy (aunque no haya motivos para defenderle), el otro es del PSOE, si hablas de fútbol, siempre será del equipo contrario (en mi caso es mucho más que probable, porque los del Atleti somos pocos y siempre estamos en minoría).  Recuerdo una ocasión en la que hablaba con un grupo en el gimnasio sobre el 23 F. Qué estábamos haciendo, dónde estábamos aquel día... Hasta que salió el típico listo diciendo que (verídico) Carrillo había sido uno de los cerebros del golpe.  Yo conocía y sabía quién era aquel señor delgadito y con cara de no enterarse de nada que escuchaba la conversación “esputefacto”.  El “enterao” nos contaba con todo lujo de detalles que sabía de buena tinta que Santiago Carrillo era uno de los responsables del golpe de Estado, junto al Rey y Fraga (los tres juntos, con dos cojones y un palito…) El señor enjuto (parece un nombre de árbitro) que escuchaba la conversación mientras hacía que levantaba pesas, le preguntó en qué se basaba para decir lo que decía.   – “Lo sé y punto. Y además, ¿Usted qué sabrá de todo esto si tiene acento francés?” –“Naci en Francia, y me llamo Santiago Carrillo.  Tú mataste a mi padre, prepárate a morir” (esto ya es una licencia poética :-))
  • ¡Recuperar! ¡Recuperar!
¿Quién no ha enviado un correo que nunca debería estar en elementos enviados? Llega un correo para toda la empresa y el graciosito de turno le da a reenviar a todos, casi siempre con una chorrada, o peor, con una crítica tal que “asín”: “Se podían meter la jornada intensiva por el culo”. “¿Quién se habrá creído que es este/a listillo/a?” El listillo/a, suele ser el más alto cargo de la empresa, o es alguien de Asuntos Internos (a.k.a. Recursos Humanos). Entonces llegan los sudores fríos, ¿Dónde está el botón de recuperar?  Quita el cable de red, apaga el ordenador, haces todo lo posible para que el correo no llegue a su destino, pero es demasiado tarde.  Ya está enviado. Le ha llegado a toda la empresa. ¡Estás en la puta calle!  Yo hice una parecida, pero al escribir a una compañera hablando de otra (a la que puse en copia por error al querer comprobar su dirección de e-mail), “X es un poco borde, pero te va a ayudar” (a mi no me ayudó en absoluto, pero a mi compañera sí). 

Hay muchas más, como cuando te gusta alguien y haces todas las tonterías posibles para llamar su atención, sin conseguirlo, o incluso peor, consiguiendo que se fije en lo bobo/a que estás siendo. Salir a la calle en chanclas y calcetines a tirar la basura y que te vea todo el mundo (vale, para un alemán no sería hacer el ridículo, sino estar en “Benalmadina” o en “Fungurola”. Caerte delante de todo el mundo…

¿Se te ocurre alguna más?

Comentarios

  1. Doy fe. Doy fe....

    @josemi.

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  2. Madre mia... jajajaja. La verdad es que si te pararas a pensar en todas las que ha habido, tenias para rellenar el blog durante una temporadita. Lo de Benidorm y lo del coche son inolvidables, jajaja yo doy fe tambien porque estaba en las dos. El dia que escriba yo, contare la del salto del rio a por el balón... "que llego, que llego". Por cierto, "Anónimo", te sientes identificado con la de ¡Recuperar! ¡Recuperar! jajajajajaja......

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  3. Pues aquí te dejo una buena: 2 amigas van a pillar un taxi para volver a casa a las tantas de la madrugada un sábado por la noche. Van a la parada, entran en el taxi, le dan la dirección, y el taxi arranca. Cuando llegan a su destino, le dicen al taxitsta: "¿Cuánto es?" y el pobre hombre las mira y les dice... "no, si yo no soy un taxi..."

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  4. @Shelob! Las amigas son ficticias ¿no? ;) ¡Qué bueno!

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  5. Muy bueno Javi! me encanta la adaptación de mi historia con las embarazadas y la última, la de "envío de email al dominio" en la empresa... me ha pasado! al igual que enviarle un email a alguien que empieza por "p" porque te crees tan lista que piensas que tu outlook te lee la mente y cuando le das a P para enviarle un email a paqui criticando a jose, acabas enviandole un correo a Pepe, que es jose y se entera de lo bien que le caes... ayy los correos y el 2.0 que traicioneros!
    Chus.

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  6. Gracias Chus! La verdad es que lo del correo, nos ha pasado a todos...con distintas repercusiones ;)

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  7. Confundir la figura trasera de un tiarrón (deportista ¿eh?) con pelo largo, barba y una nariz que eran dos, con una preciosa chica a la cual adular a voces por la calle.

    También me ha pasado al revés y no, no es mejor. El mundo del metal es peligroso... :-).

    De las del articulo, 2 de 5.

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  8. Joé Patri. Esa se me olvidó. Mis compis de la universidad eran todos metaleros y más de una vez nos hemos descojonao porque les ha pasado eso. Pero ellos muy dignos, se daban la vuelta contestando. Gracias caballero, pero no estoy interesado en su propuesta ;)

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