Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Ningún niño sin saber nadar

Si os suena esta imagen, es que sois al menos tan viejunos como yo.  En el póster podéis ver el escudo que se llevaba por aquella época.  Estamos hablando de 1976. Todos teníamos pegatinas (esta palabra también es viejuna) para poner en la bolsa de natación (con nuestro bocata de Nocilla y el bañador de repuesto) y en las carpetas del cole junto a las fotos en blanco y negro recortadas del As de Leivinha y Pereira (en mi caso), mis dos ídolos de la infancia. 

Por aquellos años, mi madre nos llevaba a mi hermana y a mí a la piscina del Colegio San Viator para aprender a nadar.  Ahora, ya sé ir solito y no hace falta que me acompañe mi madre… más que para ir al dentista. 



Sí, amiguitos, me ha dado por la natación. Me pego alguna paliza que otra en la piscina de Alcobendas y allí hay gente “pa tó”. Lo primero que te llama la atención es que hay en cada una de las calles de la piscina (esas líneas pintadas en el suelo que además están separadas por unos corchetes) un cartel para separar a los distintos tipos de nadadores: Nado con material, nado rápido y nado lento. ¿Los respeta alguien? No, no y no.  Me mola lo del nado con material. No se refieren al gorrito con el que tenemos todos “cara de sopla”, ni al típico “fardagüevos” con el que nos metemos en la piscina.  Es para los que nadan con la tablita, aletas, palas o churros. Lo del nado lento o rápido tampoco es que lo cumpla nadie. Bueno sí, el que va a dos largos por hora, se considera rápido, y el que pasa a tu lado despeinándote a pesar del puto gorro, va por la calle de nado lento.  Asi “semos”. 

Independientemente de la calle por la que nades, hay una fauna bastante curiosa y paso a presentaros a los diferentes grupos “étnicos”.

Buscando a Nemo
Esta especie, también llamada “el preparao”, y que yo creía en extinción, está en pleno auge en Alcobendas.  Su indumentaria consta de: traje de neopreno (la piscina está a unos 24 grados por lo que es muy necesario el traje para evitar congelaciones), gafas de buceo (para ver el culo a las chicas que nadan en las otras calles. No imagino otro uso), aletas (para ir por la calle de nado lento), tubo de respiración (muy útil para aguantar más tiempo viendo los culos de las “jóvenas”) y en contadas ocasiones saca la cabeza del agua (sólo para salir de la piscina).

El “calentaor”
Su hábitat natural es el borde de la piscina. Es prácticamente imposible verles dentro del agua y se pasan más de media hora haciendo estiramientos y calentando todos los músculos.  Cuenta la leyenda, que alguien vio a uno tirándose al agua y del calentón sonó igual que al arrojar un cigarro a la taza del váter (no lo intentéis en casa, niños ¡Caca!).

El mira como te gano
Aunque no los he visto al salir del recinto, deben ser los mismos que tienen el Seat León (casi siempre amarillo canario) aparcado a la puerta del polideportivo para picarse en los semáforos.  Esta especie suele anidar dentro de la piscina durante un rato esperando a su presa (que somos todos los que estamos en las calles aledañas.  ¡Cómo mola la palabra aledaña!).  Entonces, cuándo tu llegas después de hacer 30 largos, sale él y comienza a nadar a toda leche para terminar esperándote al otro lado de la piscina y mirando con cara de decir: Jodé que lento eres, chaval”.  Es ahí cuando piensas ¿Estabas echando una carrera?  Y como soy niño, a veces me pico.

Dos largos y para casa
Son otra variante del “calentaor”.  Se tiran un poquito menos tiempo al borde de la piscina, pero también suele ser su hábitat natural.  Les ves con su bañador “fardagüevos” y super preparados. Piensas: Este va a ser de la especie del mira como te gano, pero no. Las apariencias engañan.  Hacen un par de largos, y eso porque hay que salir por el mismo sitio, y se van a la ducha.  Mi duda siempre es.  ¿Tendrán agua caliente en casa?

Yo a mi ritmo
Suelen ser señores mayores (más mayores que yo, y ya quedan pocos). Van a un ritmo regular, siempre por la calle de nado rápido. Son lentos pero seguros.  Normalmente me tiro una hora en el agua y en muchos casos los que van a su ritmo estaban ya antes nadando. Cuando termino, ahí les tienes, como unos campeones.

Necesito dos tallas más
Esta categoría suele necesitar la calle de nado rápido, la de nado con material y la de nado lento.  Da igual que tu estés dos calles más allá (incluso en otro polideportivo). No hay manera de librarte. Intentas esquivarlo, crees que ya ha pasado el peligro y ¡Zas! Manotazo en la chepa o patada en los huevos (o ambas cosas).  No hay manera, siempre terminan dándote. No sabes cómo es posible, pero se apañan para pegarte un viaje. Es el momento en que quieres devolver el golpe, pero son mucho más hábiles que tú.

El que solo va a nadar
Afortunadamente es la especie más abundante en la piscina de Alcobendas. Son gente que únicamente va a hacer ejercicio, no buscan a Nemo, no echan carreras (habitualmente), ni a utilizar el agua caliente (sólo cuando ya han hecho ejercicio de verdad), y por supuesto, ni se les ocurre dar palizas a otros peces del acuario. 

Si conocéis alguna especie más en vuestras piscinas o en el gimnasio, ya sabéis, me lo contáis para incluirlo en el próximo fascículo de Ningún niño sin saber nadar. 

Con el segundo fascículo te regalamos el traje de neopreno :-)

Comentarios

  1. Falta "El Pavo", especie en la que me incluyo. Después de N reiteraciones de "venga, anda, que está buenísima", "¿pero no te vas a bañar?", "¡pero que vas a estar más fresquito, no seas tonto!", dícese del sonido que haces - algo así como 'glu-glu-glu-glu' cuando, después del maremoto provocado por la inmersión, encuentras que te has tirado donde no haces pie... y es que algunos aprendimos a bucear, pero dejamos de ir a más clases (y sí, reconozco haber vivido 7 años en una isla con ese handicap. El agua, con gas y para los whiskys.)

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  2. Yo conozco al que hace ejercicio largo rato, se mete con prudencia en el agua y luego se agarra con cuidado al borde de la piscina y con los brazos bien agarrotadillos se va desplazando poco a poco, manita a manita, hasta recorrerse todo el contorno, luego sale y se ducha, el ejercicio no es para menos. Y ahora, ¡Quiero mi mi neopreno!

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  3. Susana, esa especie es autóctona de las piscinas de verano. Error mío por no especificar el hábitat sobre el que versábamos :-) Pero vamos, que el neopreno está en camino.

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