Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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¿Ese señor era el jefe de los dibujos?
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Hace unos días en la ofi, más exactamente en una de las pausas para echar
un cigarrito, hablaba con mis compañeros de pitillos sobre las series de
dibujos animados. Sus recuerdos, sin
reposiciones, se remontaban (jodó cuanta R para una misma frase, como para que
la lea Federico Jiménez los Santos), a Campeones. A mí me pillaba un poco mayor y no estaba
para aguantar 30 capítulos para acercarse a la portería. Para eso soy socio del Atleti y lo sufro
todos los domingos.
A lo que iba, que me disperso. Les
contaba que cuando era pequeño y murió Carrero Blanco, vicepresidente del
gobierno hasta 1973, ya disfrutando de las vacaciones de Navidad, nos dejaron
sin dibujos animados (así se llamaban entonces). Yo, con 5 años, no entendía
que tenía que ver la muerte de un señor, con los dibujos animados. La única
razón que se me ocurría es que fuera el jefe de los dibujos y que claro, como
ya no estaba, pues se habían acabado.
¿Quién se iba a poner a dibujar ahora al Pato Donald y a “Mickimaus”? Al
menos, nos quedaría la “señora Hanna Barbera”, pero ni por esas :-(. Nos quedamos sin dibujos durante las
navidades de ese año.
En aquellos años, la tele era una caja enorme, en blanco y negro, con dos
canales, el normal, que no recuerdo si llamábamos la primera, y el “guacheefe”,
así todo junto. La tele no se tocaba,
era sólo para los mayores. Yo, en
venganza, me cargué la radio y el “tocata” (toma palabro viejuno), girando las
ruedas de sintonización y en el caso del tocadiscos, poniendo a todos mis
indios y vaqueros encima para jugar a la noria.
La tele de mis padres, que compraron en Alemania, tenía, además, una radio
con los nombres de todas las ciudades de la Alemania “buena” (a diferencia de
la Democrática, que era la mala, llena de rojos tras el telón de acero,
esperando a invadir el resto del mundo, claro) y un tocadiscos, en los que
poníamos los “grites jits” del momento.
Yo sólo veía la tele un ratito por la tarde. Normalmente estaba en el cole y en la calle…
y mucho más tiempo en la calle. En
aquella tele, que no funcionaba por la mañana, no porque mis padres no pagaran
la electricidad, sino porque no había, mis programas favoritos eran los de Félix
Rodríguez de la Fuente, su buitre leonado y el abejaruco, la Casa del Reloj,
los Chiripitifláuticos (el nombre se las traía), Un Globo, dos globos, tres
Globos (muy didáctico aquello)...¿Qué queréis? ¡¡¡Tenía 5 años!!:-(
Recorte de ABC de la programación de diciembre de 1973
El programa estrella y el que todos esperábamos era el Un Dos Tres, pero el
bueno, bueno, el de Kiko Ledgard y Don Cicuta en el que la pregunta valía cinco
duros.
Mi padre, al que mando un saludo porque sé que no me lee, trabajaba por
aquel entonces en Seat y el gran premio era el coche.El programa se grababa unos días antes y un
compañero suyo era el encargado de llevar el “buga” a la tele y ya de paso se
tragaba las mil horas de grabación.Mi
padre, influyente que era, sabía el premio de los concursantes y tooooodos los
viernes nos decía lo mismo. ¿Queréis saber que se llevan?Y mi hermana y yo, gritábamos como posesos
para que NO nos lo dijera.Molaba que tu
padre tuviese información confidencial, pero queríamos ver el programa con la
emoción de descubrir el premio al mismo tiempo que todos.
Luego, llegaron series como Mazinger, el Osito Misha, la maciza de Farrah
Fawcett Majors y las otras dos (me
importaban un pimiento como se llamaran los “otros” Angeles de Charlie), T.J.
al tejado, Starsky y Hutch (ya no recuerdo quién era cada uno, pero a mí me
molaba el moreno que tenía rizos como yo), la Casa de la Pradera con el
blandito de Michael Landon y la tonta de la niña que se escoñaba en todos los
capítulos (eso decía mi abuela. “Mira la
muchacha, que todos los domingos se tiene que caer a la misma hora”, palabrita
del niño Jesús que lo decía) y los payasos de la tele y el Sr. Chinarro…
Más tarde, ya con nuestra tele en color, vimos el gol de Rubén Cano a Yugoslavia con la
espinilla y el botellazo a Juanito, la mala hostia que se gastaba J.R., lo
moñas que eran todos en Vacaciones en el Mar,
Falcon Crest (esos sí que eran malos), y tener que explicarle a mi tío, que por entonces vivía en Ecuador, en 10 minutos todos los capítulos de la
temporada, pero esto es otra historia.
Dios... ya soy uno de los tuyos, me acuerdo de todas esas series perfectamente, de la tele en blanco y negro, del "guachefe",... Es más, de las recientes, el otro día me emocioné y llamé a mi hija corriendo para que pusiese MarcaTV, que ponían Campeones... (ella ve Inazuma Eleven, que es lo mismo pero a lo pokémon, no saben qué es la Catapulta Infernal ni quiénes eran los Hermanos Derrick).
Yo soy todavía peor. Cuando murió Franco, me acuerdo que por la noche, en vez del coñazo del telediario, pusieron "Objetivo Birmania" y mi madre me dejó verla hasta el final.
Por la mañana, aunque creo que en la radio y la tele recomendaban a la gente quedarse en casa, mi madre dijo que de faltar al cole nada y allí fui. Llegué a la puerta, estaba cerrado y me dí la vuelta. Yo vivía en Talavera, que no era una megacity precisamente, pero no olvidaré la sensación de ir andando por la calle sin encontrarme prácticamente con nadie.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
Dios... ya soy uno de los tuyos, me acuerdo de todas esas series perfectamente, de la tele en blanco y negro, del "guachefe",... Es más, de las recientes, el otro día me emocioné y llamé a mi hija corriendo para que pusiese MarcaTV, que ponían Campeones... (ella ve Inazuma Eleven, que es lo mismo pero a lo pokémon, no saben qué es la Catapulta Infernal ni quiénes eran los Hermanos Derrick).
ResponderEliminarGracias Mariucci, veo que eres muy fiel a mi blog, me alegro! :-) Yo campeones no lo llegué a ver, pero mis amigos estaban muy enganchados.
ResponderEliminarJoé Javi, mira que eres viejuno
ResponderEliminarYo soy todavía peor. Cuando murió Franco, me acuerdo que por la noche, en vez del coñazo del telediario, pusieron "Objetivo Birmania" y mi madre me dejó verla hasta el final.
Por la mañana, aunque creo que en la radio y la tele recomendaban a la gente quedarse en casa, mi madre dijo que de faltar al cole nada y allí fui. Llegué a la puerta, estaba cerrado y me dí la vuelta. Yo vivía en Talavera, que no era una megacity precisamente, pero no olvidaré la sensación de ir andando por la calle sin encontrarme prácticamente con nadie.