Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Aquellos maravillosos años


¿Por qué vuelvo a hablar del pasado?  Como mi abuela era gallega, voy a responder haciendo otra pregunta  ¿De verdad pensáis que es mejor hablar del presente?  ¿O del futuro?  Ya lo decía Antonio Molina: “El futuro es muy oscuro, el futuro es muy oscuro, aaaaaayyyy”.  Gran cantante, mejor persona (es una frase hecha, ni idea de cómo era) y fábrica de hacer hijos todos iguales. Por cierto, siempre me he preguntado a qué se refiere con lo del señor más  “desigente”.  Dentro vídeo.


Pues, otra vez voy a hablar del pasado, que me parece más divertido. De aquellos años en los que pasaba el día en la calle y en el cole.  Un patio del colegio, que a juzgar por la cantidad de niños que éramos, los 20 partidos de fútbol que se jugaban al mismo tiempo, los tres partidos de baloncesto, las 1500 niñas jugando a la comba (igual aquí me está saliendo la vena andaluza y estoy siendo un poco “desagerao”), los dos partidos de beisbol, y el niño solitario con el bocata de “chope”, debía medir 100 hectáreas (como se suele decir en la tele, el equivalente a 100 campos de fútbol).

Alguna vez he vuelto a aquel patio ya de mayor, y para mi sorpresa no medía más de 10 X 10 metros.  Según estimaciones de los sindicatos, éramos mil millones de niños, pero según fuentes del gobierno no éramos más que 400 cuando no había gripes.  Yo, solo jugaba al fútbol, y siempre con aquellas pelotas de trapo que hacían nuestras abuelas, y si teníamos suerte, con pelotas de tenis.  Nada de balones de reglamento, esos eran ya el regalo de la comunión y no podías jugar con ellos si no era un partido “oficial”… y el dueño del balón siempre ganaba.  

Luego llegaba a casa y salía corriendo para jugar con los del barrio.  La calle entera era el campo de fútbol y gritábamos ¡coche!  para avisar de que iba a pasar el Seat 850, un 127, o un taxi, que siempre eran un 1500 y que hacía más ruido que un concierto de Enrique Iglesias y Justin Bieber juntos.  “No vale trallazo”, “De portería a portería, guarrería”, “Penalti gol es gol”, eran las reglas de los partidos en los que nunca había árbitro y si pedías fuera de juego se descojonaba hasta tu abuela.   A pesar de que casi nunca nos dábamos patadas, todos teníamos las piernas de tres colores. Blancas hasta donde llegaban los calcetines y los pantalones cortos, moradas por la parte de la tibia y color costra (para que veáis que los tíos también podemos inventarnos colores), el resto.

En 1978 la plaza de debajo de casa, siempre llena de coches, se convirtió en un parque y nuestra vida cambió.  Teníamos columpios que duraron…exageraría si llegaron a 10 días. Los árboles eran porterías, los bancos servían para sentarse en el respaldo (era mucho más cool), los columpios, ya sin sillas en las que balancearte, nos servían para jugar al voleibol y las aceras eran los límites del campo de fútbol.  La tierra que pusieron, era  la materia prima de mi vecino Germán para hacer esas carreteras interminables para jugar a las chapas.  Siempre le tocaba hacerlas a él y le podías ver a las 4 de la tarde en el mes de agosto a 40º sudando para tenerla lista después de nuestra siesta. ¡Gracias Germán!  Nos matábamos por las chapas de Cinzano, las pequeñitas, que eran las más rápidas una vez las limabas contra los adoquines.  Si queríamos hacerlo más real, le metíamos una foto de Ocaña, Eddie Merckx, Kuiper o Perurena, que sacábamos del Marca o del AS.

El parque, era un poco más pequeño que el patio de mi colegio, pero ahí estábamos todos, los pequeños, los mayores (una vez cumplías 13 años ya podías ser considerado uno de los mayores, como en las tribus remotas) y los yonquis, pero estos no molestaban.

Aquí podéis ver una foto del parque donde pasé aquellos maravillosos años. 




Comentarios

  1. que buenas las chapas de cinzano!!. El suelo del bar de mi tio, era un campo de chapas. Anda y que le dieran a las de mirinda..., yo quiero cinzano!! @josemi

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  2. La verdad es que ya hace de eso, pero hay recuerdos tan presentes que te preguntas, como es posible que las cosas hayan cambiado tanto. Tu madre salia a la terraza y chillaba Javi, Jose, Fernando a cenar (como en Manolito gafotas) sin moviles ni hostias. En fin, de eso hace ya mas de 30 años, me pregunto como será dentro de otros 30.... @elsanvi

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  3. Mi hija flipa con las chapas, me tiene todo el día buscando... no hace mucho, se aburría y cogí media docena en un bar, la senté en una zona infantil y se pegó la comida jugando conmigo. En cuanto llegue el verano la pongo en 201-An Approach to Intermediate Chapas, que 'la redondilla' no me la domina y le va a quedar para septiembre...

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  4. Mario: La redondilla es de nota. Que pruebe con las de botellas grandes de Coca y luego le saldrá con todas las demás :-)

    Fer y Jose. Los de mi quinta si que sabéis. Cracks!

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  5. Como ha cambiado todo, gracias por refrescarnos la memoria y por un rato hacerme volver a aquella época aunque al otro lado de Madrid. Sabemos lo que ha sido de esos niños y sus practicas pero ahora yo me pregunto que será de nuestros hijos y la vida cómoda que les damos. Nada de chapas si quieres una chapa compras una bolsa de gusanitos que trae el escudo del equipo de futbol. Ahora todo es comprame comprame... miedo me da!
    Por cierto han renovado los columpios de la plaza, no?

    Un saludin!!

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  6. Hace muchos, muchos años, en una galaxia muy lejana :-) Antes no había cómprame... bueno, sí que lo había, pero no te compraban. La foto es de ahora mismo y ya no queda ningún niño en la plaza... tampoco hay yonquis (algo hemos ganado).

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  7. En mi calle, que era parecida pero nunca pusieron columpios ni arena, las ruedas de los coches aparcados era un poste, para el otro un jersey. Cuando el balón se metía debajo del coche el primero que lo tocaba sacaba de banda. Nos tirábamos en sarra como locos pa ganar un puto saque de banda. Y luego estaba cuando el balón se iba al otro lado del muro y se terciaba la ley de la botella y la del vaso... Que grandes

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