Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Aquellos maravillosos años
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¿Por qué vuelvo a hablar del pasado?
Como mi abuela era gallega, voy a responder haciendo otra pregunta ¿De verdad pensáis que es mejor hablar del
presente? ¿O del futuro? Ya lo decía Antonio Molina: “El futuro es muy
oscuro, el futuro es muy oscuro, aaaaaayyyy”.
Gran cantante, mejor persona (es una frase hecha, ni idea de cómo era) y
fábrica de hacer hijos todos iguales. Por cierto, siempre me he preguntado a
qué se refiere con lo del señor más “desigente”. Dentro vídeo.
Pues, otra vez voy a hablar del pasado, que me parece más divertido. De
aquellos años en los que pasaba el día en la calle y en el cole. Un patio del colegio, que a juzgar por la
cantidad de niños que éramos, los 20 partidos de fútbol que se jugaban al mismo
tiempo, los tres partidos de baloncesto, las 1500 niñas jugando a la comba
(igual aquí me está saliendo la vena andaluza y estoy siendo un poco “desagerao”),
los dos partidos de beisbol, y el niño solitario con el bocata de “chope”,
debía medir 100 hectáreas (como se suele decir en la tele, el equivalente a 100
campos de fútbol).
Alguna vez he vuelto a aquel patio ya de mayor, y para mi sorpresa no medía
más de 10 X 10 metros. Según estimaciones
de los sindicatos, éramos mil millones de niños, pero según fuentes del
gobierno no éramos más que 400 cuando no había gripes. Yo, solo jugaba al fútbol, y siempre con
aquellas pelotas de trapo que hacían nuestras abuelas, y si teníamos suerte, con
pelotas de tenis. Nada de balones de
reglamento, esos eran ya el regalo de la comunión y no podías jugar con ellos
si no era un partido “oficial”… y el dueño del balón siempre ganaba.
Luego llegaba a casa y salía corriendo para jugar con los del barrio. La calle entera era el campo de fútbol y
gritábamos ¡coche! para avisar de que
iba a pasar el Seat 850, un 127, o un taxi, que siempre eran un 1500 y que hacía
más ruido que un concierto de Enrique Iglesias y Justin Bieber juntos. “No vale trallazo”, “De portería a portería,
guarrería”, “Penalti gol es gol”, eran las reglas de los partidos en los que
nunca había árbitro y si pedías fuera de juego se descojonaba hasta tu
abuela. A pesar de que casi nunca
nos dábamos patadas, todos teníamos las piernas de tres colores. Blancas hasta donde
llegaban los calcetines y los pantalones cortos, moradas por la parte de la
tibia y color costra (para que veáis que los tíos también podemos inventarnos colores), el resto.
En 1978 la plaza de debajo de casa, siempre llena de coches, se convirtió
en un parque y nuestra vida cambió.
Teníamos columpios que duraron…exageraría si llegaron a 10 días. Los
árboles eran porterías, los bancos servían para sentarse en el respaldo (era
mucho más cool), los columpios, ya sin sillas en las que balancearte, nos
servían para jugar al voleibol y las aceras eran los límites del campo de
fútbol. La tierra que pusieron, era la materia prima de mi vecino Germán para hacer esas carreteras interminables para jugar a las
chapas. Siempre le tocaba hacerlas a él
y le podías ver a las 4 de la tarde en el mes de agosto a 40º sudando para
tenerla lista después de nuestra siesta. ¡Gracias Germán! Nos matábamos por las chapas de Cinzano, las pequeñitas, que eran las más
rápidas una vez las limabas contra los adoquines. Si queríamos hacerlo más real, le metíamos
una foto de Ocaña, Eddie Merckx, Kuiper o Perurena, que sacábamos del Marca o
del AS.
El parque, era un poco más pequeño que el patio de mi colegio, pero ahí
estábamos todos, los pequeños, los mayores (una vez cumplías 13 años ya podías
ser considerado uno de los mayores, como en las tribus remotas) y los yonquis,
pero estos no molestaban.
Aquí podéis ver una foto del parque donde pasé aquellos maravillosos años.
que buenas las chapas de cinzano!!. El suelo del bar de mi tio, era un campo de chapas. Anda y que le dieran a las de mirinda..., yo quiero cinzano!! @josemi
La verdad es que ya hace de eso, pero hay recuerdos tan presentes que te preguntas, como es posible que las cosas hayan cambiado tanto. Tu madre salia a la terraza y chillaba Javi, Jose, Fernando a cenar (como en Manolito gafotas) sin moviles ni hostias. En fin, de eso hace ya mas de 30 años, me pregunto como será dentro de otros 30.... @elsanvi
Mi hija flipa con las chapas, me tiene todo el día buscando... no hace mucho, se aburría y cogí media docena en un bar, la senté en una zona infantil y se pegó la comida jugando conmigo. En cuanto llegue el verano la pongo en 201-An Approach to Intermediate Chapas, que 'la redondilla' no me la domina y le va a quedar para septiembre...
Como ha cambiado todo, gracias por refrescarnos la memoria y por un rato hacerme volver a aquella época aunque al otro lado de Madrid. Sabemos lo que ha sido de esos niños y sus practicas pero ahora yo me pregunto que será de nuestros hijos y la vida cómoda que les damos. Nada de chapas si quieres una chapa compras una bolsa de gusanitos que trae el escudo del equipo de futbol. Ahora todo es comprame comprame... miedo me da! Por cierto han renovado los columpios de la plaza, no?
Hace muchos, muchos años, en una galaxia muy lejana :-) Antes no había cómprame... bueno, sí que lo había, pero no te compraban. La foto es de ahora mismo y ya no queda ningún niño en la plaza... tampoco hay yonquis (algo hemos ganado).
En mi calle, que era parecida pero nunca pusieron columpios ni arena, las ruedas de los coches aparcados era un poste, para el otro un jersey. Cuando el balón se metía debajo del coche el primero que lo tocaba sacaba de banda. Nos tirábamos en sarra como locos pa ganar un puto saque de banda. Y luego estaba cuando el balón se iba al otro lado del muro y se terciaba la ley de la botella y la del vaso... Que grandes
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
que buenas las chapas de cinzano!!. El suelo del bar de mi tio, era un campo de chapas. Anda y que le dieran a las de mirinda..., yo quiero cinzano!! @josemi
ResponderEliminarLa verdad es que ya hace de eso, pero hay recuerdos tan presentes que te preguntas, como es posible que las cosas hayan cambiado tanto. Tu madre salia a la terraza y chillaba Javi, Jose, Fernando a cenar (como en Manolito gafotas) sin moviles ni hostias. En fin, de eso hace ya mas de 30 años, me pregunto como será dentro de otros 30.... @elsanvi
ResponderEliminarMi hija flipa con las chapas, me tiene todo el día buscando... no hace mucho, se aburría y cogí media docena en un bar, la senté en una zona infantil y se pegó la comida jugando conmigo. En cuanto llegue el verano la pongo en 201-An Approach to Intermediate Chapas, que 'la redondilla' no me la domina y le va a quedar para septiembre...
ResponderEliminarMario: La redondilla es de nota. Que pruebe con las de botellas grandes de Coca y luego le saldrá con todas las demás :-)
ResponderEliminarFer y Jose. Los de mi quinta si que sabéis. Cracks!
Como ha cambiado todo, gracias por refrescarnos la memoria y por un rato hacerme volver a aquella época aunque al otro lado de Madrid. Sabemos lo que ha sido de esos niños y sus practicas pero ahora yo me pregunto que será de nuestros hijos y la vida cómoda que les damos. Nada de chapas si quieres una chapa compras una bolsa de gusanitos que trae el escudo del equipo de futbol. Ahora todo es comprame comprame... miedo me da!
ResponderEliminarPor cierto han renovado los columpios de la plaza, no?
Un saludin!!
Hace muchos, muchos años, en una galaxia muy lejana :-) Antes no había cómprame... bueno, sí que lo había, pero no te compraban. La foto es de ahora mismo y ya no queda ningún niño en la plaza... tampoco hay yonquis (algo hemos ganado).
ResponderEliminarEn mi calle, que era parecida pero nunca pusieron columpios ni arena, las ruedas de los coches aparcados era un poste, para el otro un jersey. Cuando el balón se metía debajo del coche el primero que lo tocaba sacaba de banda. Nos tirábamos en sarra como locos pa ganar un puto saque de banda. Y luego estaba cuando el balón se iba al otro lado del muro y se terciaba la ley de la botella y la del vaso... Que grandes
ResponderEliminarTu si que eres grande Asier!!
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