Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Cosas que pasan en la playa aunque no lleves toalla (I)
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Hace muchos años había una de esas canciones profundas
tipo la salchipapa, la Mayonesa, o La Barbacoa (parece un menú más que una
lista de “grites jits”) que decía algo así como que “Recuerda llevarte una
prenda para secarte el cuerpo cada vez que te bañes en el mar”. Aunque para que
la cosa rimara hicieron una versión más corta del título.
Y todo esto para decir que he estado unos días en la
playa y por eso me he tomado unos días de descanso del blog. Y es que los
madrileños decimos playa, en general, sin decir dónde, ni falta que hace. He
ido a la playa, y entre nosotros nos entendemos. Si ya hablamos con otras
personas que no son de Madrid, ya hay que especificar. Puede ser Hawái, Benidorm,
Bora Bora… Bueno, si vamos a Bora Bora, sí que lo especificamos. Que se note
que hemos ido lejos.
Pero vayas a la playa que vayas, suelen pasar las mismas
cosas. Y para no perder demasiado tiempo, que las vacaciones se pasan volando,
vamos allá.
Tipos de playa
Hay muchos tipos, y ya está la Wikipedia para explicar
cada una de ellas, pero entre nosotros y para abreviar, hay dos tipos de
playas. En las que te puedes bañar y en las que no.
Aunque esto también da para muchas discusiones. Por
ejemplo, en Benidorm te puedes bañar, pero tienes que llegar hasta el agua.
Poder, puedes, pero es posible que tengas que luchar con dos millones de filas
de sombrillas, ejércitos de señoras, señores, medio pensionistas y militares
sin graduación antes de poder meter el pie en el agua.
Nosotros vamos a referirnos nada más que a las que te
puedes bañar, las aptas para el uso humano, no esas en países donde la
temperatura del agua hace que te tengas que bañar con un traje de neopreno,
abrigo de piel y una manta.
Y entre las que puedes bañarte están la de arena y las de
“mecagüen la puta una piedra, y otra, yo
no entro, paso de meterme ahí, ya me he clavado otra, y por fin entré en el
agua”. Yo soy mucho más partidario
de las de arena, aunque tampoco me importaría que hicieran playas con césped
(alicatado hasta dentro del agua) o incluso moqueta, como en las casa inglesas,
que tienen forrada hasta la bañera.
Una vez que ya
hemos decidido a qué playa vamos, hay que elegir qué nos llevamos.
Mudanza completa o toalla
No hay más opciones. O te llevas nada más que la toalla o
ya llegas al caso de tener que contratar los servicios de una empresa de
transporte. Gafas de sol, toalla, cremas solares, cartera, libro o Kindle,
revistas, tableta, móvil, sombrilla, bañador de emergencia, hamacas, dos
palmeras para colocar la hamaca (puede que esté exagerando), dinero suelto para
un “bombónheladooiga”, las llaves de
casa, las del coche, la libreta del banco por si acaso pasa algo,
botella de agua, neverita para latas de cerveza, cervezas fresquitas, zumo para
los niños, los niños (si no los tienes, es conveniente que no cojas a ninguno
de camino, a los padres no les suele gustar que te lleves a sus hijos… aunque
puede que haya excepciones y lo agradezcan), las palas, la petanca (otros 3
señores mayores para completar la partida).
¿Cómo llegamos a
la playa?
¿Puedes ir andando? Afortunado tú. Pero es muy probable
que hayas escogido el pack completo (no el pack toalla, sino el que lleva el resto
de accesorios) y entonces hay que ir en coche. En ese coche que al final del
verano tendrá más arena que el Sahara y podrás hacer tu propia playa al llegar
a casa. Y probablemente tardarás más en meter y sacar todas las cosas que en
llegar propiamente a la playa. Ya me gustaría ver a los mecánicos de Fórmula 1
cambiando una rueda de un coche que va a la playa. Empiezas a sacar cosas del maletero
y ya he terminado la carrera.
Vamos a la playa
Aparcamos el coche, si podemos, que esa es otra, pero no
vamos a perder el tiempo en buscar un sitio dónde dejar el coche, poner el
papel albal en el parabrisas, ese papel que se le pone ahora a los coches para
que esté fresquito y sacarlo todo del automóvil. Sí, eso del fondo, que tiene
olas es ya el mar. Allá vamos. Y si es una playa de arena, es comodísimo andar
por ella por los cojones. Y descalzo mucho mejor, porque la arena no está
acondicionada… Bueno está acondicionada para que vivan pollos asados y es la
misma temperatura. 50 grados centrípetos. La temperatura de cuando pides leche
templada en un bar.
Yo, tomo posesión
de esta playa o el “Colocamiento” de la sombrilla
Ya has llegado al sitio en el que quieres colocar la
sombrilla. Te vas deshaciendo de todos los “adminículos” que llevas para
proceder a la toma de posesión de tu trozo de playa. Te sientes como Colón cuando
llegó a la luna o Armstrong al tocar la trompeta (algo me dice que estoy
mezclando gente, lugares y situaciones).
Así no se coloca, déjame a mí
No es un día de playa si colocar la sombrilla no supone
una discusión. Ya habrá habido otras antes de salir y decidir qué meter en el
coche, pero esta es la típica. Así no se pone, tienes que empujar más, y hacer
palanca, y girar más, hasta el fondo… Muy sexual todo. El caso es que hay que
meterla hasta el fondo. Una vez vi a un señor “nuevozelandés” de Nueva Zelanda por
el agujero que dejamos al poner la
sombrilla. Y otra pasó esto…
Montar el campamento
¿Os acordáis en las películas de Tarzán los pobres
porteadores que decían “ancagua” o algo parecido llevando las cosas de los
cazadores malos que siempre iban a dar por saco a Jane, Tarzán y Chita? Pues
esos mismos necesitamos para montar el campamento. La sombrilla ya está, faltan
las hamacas, las toallas, las palas, la nevera… colocar todo estratégicamente…
para que te siga dando el sol en el careto facial o se descojone todo en cuánto
corra una ligera brisa.
El ritual de la
cremita, yo me doy cremita.
Hay gente que se da la crema antes de salir, pero claro,
se le va todo en el coche. Otros sólo la cara, o los brazos, o las piernas… las
dos, mejor siempre protegerse las dos. La cara A y la cara B. Pero hay zonas inalcanzables, y
necesitas una mano amiga para ponerte crema.
Tú me das cremita
Tanto avance de la ciencia y no se ha inventado nada para
echarse crema en la espalda. Necesitas a alguien. Que ya puedes jugar al ajedrez
online con un tío en Uzbekistán o enviar un documento a cualquier parte del
mundo, pero para ponerte protector solar, estás jodido. O se lo pides a alguien
o no hay nada que hacer. ¿No podían hacer cremaselfies? Un palo que te unte la
crema por detrás, y por delante, ¡qué interesante! Aunque hay gente que lo
utiliza para entablar conversación con jóvenes suecas de 1.80 rubias y de ojos
azules, que esas sí que necesitan protección solar…
Y hasta aquí llegamos con la primera parte de un día en
la playa… Ya estoy agotado y ni siquiera nos hemos metido al agua, ni nos hemos
acercado al chiringuito, ni jugado a las palas…. Lo dejamos para la segunda
parte, en una semana. No olvidéis poneros crema y no paséis la semana entera en
la playa que os podéis achicharrar.
Bienvenido de nuevo a mi ordenador, Javier. ¡Es que te echaba de menos, caray...! (egoístas que somos tus lectores que no queríamos que estuvieras en la playa en la que hayas estado y aquí tus lectores sin leerte!... Lo dicho, que bienvenido. Y no dejes de contarnos la segunda parte de las aventuras playeras. Para los que nos hemos quedado en nuestra ciudad --sin coches, cines, teatros y restaurantes sin problemas de entradas, ausencia de niños en los parques...-- es una gozada leerlas.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
Bienvenido de nuevo a mi ordenador, Javier. ¡Es que te echaba de menos, caray...! (egoístas que somos tus lectores que no queríamos que estuvieras en la playa en la que hayas estado y aquí tus lectores sin leerte!...
ResponderEliminarLo dicho, que bienvenido. Y no dejes de contarnos la segunda parte de las aventuras playeras. Para los que nos hemos quedado en nuestra ciudad --sin coches, cines, teatros y restaurantes sin problemas de entradas, ausencia de niños en los parques...-- es una gozada leerlas.
Besotes,
ibb
Que bien viene éste manual de instrucciones para moverse por las arenas y las piedras movedizas d las playas. Leed con atención
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